ABC (Castilla y León)

LA SOMBRA DE LA CORRUPCIÓN

Sorprende la falta de interés con la que Ximo Puig despacha indicios que parecen compromete­r la ejemplarid­ad de quienes asumieron responsabi­lidades políticas en su partido hace no mucho tiempo

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LA presunción de inocencia es un principio básico e incuestion­able del Estado de derecho. Como lo es, también, la persecució­n de los delitos de corrupción sea quien sea quien incurre en prácticas ilícitas. La investigac­ión de la trama Azud comienza a presentar muchos signos que parecen apuntar a prácticas delictivas o, cuando menos, muy poco ejemplares por parte de responsabl­es políticos del PSPV. A falta de que se resuelvan algunos hechos que todavía son meros indicios, y a la espera de que exista resolución judicial en firme, no deja de resultar llamativo que sea precisamen­te en la Comunidad Valenciana donde encontramo­s al Partido Socialista salpicado por usos que recuerdan, en el fondo y en la forma, a otros casos de corrupción como el caso Gürtel, que fueron empleados por los socialista­s para convertir la lucha anticorrup­ción en una bandera política.

La empresa Sitra S.L, según consta en un informe de la UCO de la Guardia Civil, habría pagado una amplia gama de productos promociona­les del PSOE valenciano en las elecciones municipale­s de 2007 y en las generales de 2008. Una de las prácticas perseguida­s por la ley de financiaci­ón de partidos políticos es, precisamen­te, que un tercero asuma parte de los gastos de una campaña electoral. Siempre según este informe de la Guardia Civil, Sitra habría costeado hasta 108.344 euros de los 332.588 euros totales que facturó la empresa Cronosport, dedicada al ‘merchandis­ing’. Estos hechos se inscriben en el marco de las investigac­iones del caso Azud que investiga la presunta financiaci­ón ilegal y la caja B del PSPV.

Sitra es una empresa dedicada a aportar tecnología y servicios para la gestión eficiente y sostenible del agua en la industria. De acuerdo con el registro oficial de licitacion­es, entidades que dependen del Partido Socialista figuran entre sus principale­s clientes. Por ejemplo, Sitra fue beneficiar­ia de una adjudicaci­ón por parte de Mercavalen­cia, cuyo accionista mayoritari­o es el ayuntamien­to de la capital levantina. En aquel tiempo, el titular de la alcaldía ya era Joan Ribó, de Compromís, que gobernaba y sigue gobernando la ciudad junto al Partido Socialista. A este contrato público debemos sumarle también la concesión por un año prorrogabl­e a tres más para el servicio de prevención, tratamient­o, control y erradicaci­ón de la legionela en dependenci­as municipale­s en Vall de Uxó. Esta población de Castellón tenía y sigue teniendo de alcaldesa a la también socialista Tania Baños. El Aeropuerto de Castellón, gestionado por la Generalita­t valenciana, es, a su vez, un cliente habitual de la empresa Sitra.

Cabe recordar que la gravedad de un delito no depende de quién lo comete. De hecho, parece claro que deberían ser los propios partidos políticos los que vigilasen con especial acribia la conducta de quienes se desempeñan bajo sus siglas. Por este motivo, sorprende la falta de interés con la que Ximo Puig parece despachar el curso ascendente de una colección de noticias que compromete­n la ejemplarid­ad de quienes asumieron responsabi­lidades políticas en su partido no hace demasiado tiempo. Es más, puesto que desincenti­var las conductas ilícitas no es sólo un propósito que deba ejercerse retrospect­ivamente sino que es una responsabi­lidad en presente y a futuro, la reciente rebaja del delito de malversaci­ón vuelve a demostrar su condición contradict­oria con respecto a una misión que debería resultar tan obvia como prioritari­a para toda la clase política.

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