ABC (Castilla y León)

Una medalla para Daniel el travieso

Marlaska ha de honrar al policía infiltrado con una distinción

- CARLOS HERRERA

DANIEL es un héroe. No lleva capa, lleva porra. Eso en el caso de que se llame Daniel, que no lo creo, pero eso es lo de menos. Daniel es un posible policía nacional que se infiltró en los movimiento­s okupas catalanes para obtener informació­n de los diversos colectivos antisistem­a que pueblan el zoológico político catalán. En el trasiego propio de la recolecta informativ­a hubo de intimar con el personal afecto a esas causas, que ya se sabe cómo son: dados a la espontanei­dad y a la facilidad para relacionar­se. Si Daniel resultó atractivo para algunas muchachas de la organizaci­ón, cumplió con su encomienda: infiltrars­e en los círculos del universo okupa. La tarea le llevó un par de años pero a base de intimar en vertical y horizontal consiguió, espero, no pocas informacio­nes de interés para aquellos que han de combatir a ese ejército de parásitos que pueblan el okupismo y sus afluentes. Cuando consideró que había cumplido su misión –cosa muy de los infiltrado­s– desapareci­ó sin despedirse. Y los muy ladinos espiados han creído encontrar la razón por la que la autoridad ha conocido de antemano sus movimiento­s: el falso Daniel. Que, además, se benefició a media comuna merced a sus encantos.

Están buscándole como locos. Sin saber que no le van a encontrar. Ni le van a delatar los que le conocen. La Policía, si es que todo esto es así, cumplió con su deber. Y este policía, en particular, merece una medalla pensionada: aguantar durante un par de años a esta colección de cretinos y, por demás, horizontal­izar la ternura con un puñado de jóvenes a medio lavar no hay sueldo que lo pague. Los colectivos anticapita­listas están rasgándose las vestiduras ante la muy comprensiv­a prensa catalana por lo que consideran una afrenta sin precedente­s. Incluso representa­ntes políticos como el consejero catalán de nombre Elena o la consejera de nombre Verge –hay coincidenc­ias fatales, a veces, en el nomenclato­r– deambulan irritados pidiendo explicacio­nes a Interior acerca de la veracidad de la operación. Incluso abogadas del colectivo, invocando integridad­es morales de las víctimas de las coyundas, hablan de «violencia sexual institucio­nalizada».

De no ser porque todo insta a la carcajada, habría que considerar el punto hasta el que llega la estulticia en diversos ámbitos de la sociedad civil y política catalana, capaces de tomarse en serio una cosa así. Cuando las amables señoritas del colectivo accedieron a los encantos del joven, lo hicieron impulsadas por sus legítimos deseos. Si ahora, además de con el consentimi­ento ante notario, hay que acudir al apareamien­to con una nómina de la empresa para la que trabajas, el fornicio se va a poner imposible.

Marlaska, por supuesto, no tiene que molestarse ni siquiera en contestar. Total, no ha contestado por cosas verdaderam­ente importante­s, no lo va a hacer por un ataque de honorabili­dad de estas agraciadas jóvenes. Antes al contrario, hay que honrar al policía con alguna distinción. Habida cuenta lo que ha tenido que comerse.

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