«Vivimos con verdugos como vecinos, debemos luchar contra esa impunidad»
Trabaja en la zona más conflictiva del Congo, a la que el Papa no ha podido viajar por motivos de seguridad
Yvette Mushigo estudió Derecho, pero al tratar de ejercer la abogacía en su país, República Democrática del Congo, se topó con que la Justicia la marcaba la ley del más fuerte. Por eso, orientó su acción hacia la justicia social y, sobre todo, en proporcionar a las mujeres formación y herramientas preventivas que les ayudaran a aumentar su seguridad. Ahora es coordinadora de ‘Synergie des Femmes pour la Paix et la Réconciliation’ (SPR), una red de asociaciones que trabaja en el este del Congo, la zona más conflictiva del país, a la que el Papa Francisco no ha podido acceder por motivos de seguridad. Se encuentra estos días en Madrid para recoger el Premio a la Fraternidad 2022 que otorga la revista Mundo Negro, de los Combonianos.
—¿Cómo decidió hacer de la situación de la mujer su gran opción vital?
—Siempre he trabajado con ONG y, a través de ellas, conocí los rincones más profundos de nuestra región, lejos de las ciudades. Lo que vi allí te remueve. A 300 kilómetros de Bukavu he conocido niñas que no conocían el pan. ¿Cómo es posible? Conocí como las mujeres viven situaciones de inseguridad y violencia durante toda su vida y eso me llevó a centrarme en ellas, a trabajar con pequeños grupos de personas y tratar de provocar un efecto multiplicador, como una bola de nieve.
—El Papa se reunió el martes con víctimas de la violencia, muchas de ellas mujeres, que denunciaron violaciones, mutilaciones y hasta canibalismo. ¿Qué valor tiene este acto? —Es fundamental garantizar la seguridad en la zona este del país. Por eso es importante el acto del Papa para visibilizar la realidad que se está viviendo. También es importante luchar contra la impunidad de quienes cometen estos actos. Vivimos con verdugos que son nuestros vecinos, con personas que nos han hecho daño y que viven tranquilamente, sin que nada les inquiete. Es fundamental un ejercicio de memoria, de verdad y de justicia.
—En ese sentido, aunque el Papa no haya viajado hasta Goma, la capital de la zona más conflictiva ¿Considera importante su visita?
—En nuestra región hay cada vez más formas de inseguridad. Aunque nos hubiera gustado que Francisco pudiera venir al Este, el hecho de que esté en la República Democrática del Congo ya es un mensaje de esperanza. Las víctimas han viajado hasta Kinsasa para contarle sus problemas, conozco mujeres que le han escrito para informarle de lo que están viviendo. Estamos agradecidos de corazón de que venga a nuestro país. Es un signo de esperanza que nos anima, es una muestra de su preocupación y de que quiere la paz.
—África es el continente olvidado para Europa ¿Es la mujer africana la
olvidada de los olvidados?
—Sí y no. Hay un parte del trabajo que estamos haciendo que es gracias a las ayudas que recibimos de Occidente. El apoyo de Europa ha sido clave para que surjan movimientos que defienden los derechos de la mujer, cada vez somos más y generamos más líderes que pueden cambiar la situación. Pero echamos en falta que esos amigos que nos ayudan puedan aportar una presión como ‘lobby’. Tienen fuerza, están presentes en organismos internacionales y si ejercieran ese rol de ‘lobby’ podríamos cambiar la situación. Si desarrollamos proyectos, pero luego el aumento de violencia nos hace volver a una situación cero, estamos malgastando energías.
«Nos gustaría que desde Europa se ejerciera una presión como ‘lobby’ para cambiar la situación de la mujer en África»
—Siendo dos realidades tan distintas, ¿qué pueden ofrecer de su experiencia a quienes luchan por los derechos de la mujer en Europa?
—Podemos aportar nuestra capacidad de resiliencia, de resistencia ante situaciones muy graves. Algunos pueden pensar que es un defecto, pero nosotras lo vemos como una fuerza. En un ambiente totalmente hostil, resistimos y mantenemos el optimismo. Eso puede ser muy útil. También hemos desarrollado mecanismos de defensa comunitarios para reclamar nuestros derechos como mujeres.