ABC (Castilla y León)

Vuelta al pasado

- LUIS JARAMILLO

Analizar la fiesta de Castilla y León de este año nos enfrenta a la pereza de la vuelta a un pasado que creíamos olvidado. Otra vez aparece la división calculada porque unos se empeñan en lanzar el señuelo y otros en recogerlo. Así no vamos a ningún sitio.

La cosa ya empezó mal el viernes pasado con el acto de entrega de los Premios Castilla y León, un acto institucio­nal boicoteado por los partidos de la oposición, con la excusa de que Vox está en el Gobierno y crispa. La realidad es que el premio al fallecido Sánchez Dragó no les gustaba y el resultado es que se boicoteó un acto institucio­nal en el que se hace homenaje a los mejores de los nuestros, que no creo que merecieran tal desprecio. Solo por escuchar el discurso póstumo de Dragó, una pieza de indudable calidad literaria, merecería la pena haber estado. Pero ni por esas.

Y llegó Villalar el 23 de abril, y la campa se llenó de castellano­s y leoneses y Vox quiso mostrar que se desmarcaba de todo, con un impresenta­ble tuit del vicepresid­ente, García Gallardo, que calificó lo que allí se celebraba de aquelarre y macrobotel­lón, una descalific­ación injusta e irresponsa­ble por quien la lanzó, que debería estar más en conciliar y menos en enfrentar. Ya su partido cortó la financiaci­ón de la fiesta y el resultado ha sido inapelable, un gran número de paisanos decidieron celebrar allí este día con libertad, algo que, además, todos tendríamos que saber respetar.

La paradoja es que el PP, que siempre fue un partido dubitativo con Villalar, incluso en la normalizac­ión de la fiesta, es el único que ha sabido este año estar a la altura de las circunstan­cias, con su presencia en la entrega de los Premios Castilla y León y también en la Campa, proclamand­o y defendiend­o que cada uno celebre este día como mejor considere, pero siempre con el respeto por elemento clave de la convivenci­a.

Los años en los que Villalar fue abandonada a su suerte fue lugar de conflicto, y no por la política. Ese abandono no pudo acabar con una fiesta que una gran mayoría de los asistentes celebraba con normalidad.

Ahora que todo estaba más o menos encajado, solo ha sido necesaria una provocació­n para que retrocedam­os años atrás. Me pregunto dónde queda la responsabi­lidad y la altura de miras.

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