Fuentes protegidas
Una de las máximas de un periodista es proteger a sus fuentes de información. Puedes proteger a un ladrón para descubrir a un asesino y a un estafador para desenmascarar a un pederasta. La clave está en que si alguien se la juega confiándote un secreto ese alguien tiene que poder confiar en ti para que los periodistas podamos hacer una de las cosas más importantes de cuantas tenemos encomendadas, conseguir una sociedad más justa, libre y democrática.
Esta columna va de eso, de proteger a una fuente. María es el nombre ficticio de la fuente que sí tiene 22 años y está a punto de graduarse en la universidad. Luce cara de buena, es estudiosa y hasta tiene un puntito de responsabilidad que llama la atención. Este curriculum, sin embargo, no es suficiente. Tiene que ser una fuente protegida porque tiene miedo a ser descubierta por sus compañeros de facultad. La Universidad no hará nada por ella porque no tiene ni idea de sus gustos sexuales, ni sufre bullying y nunca ha sido señalada por su militancia política. María tiene que ser una fuente protegida porque cada domingo va a misa. Sí, los domingos va a misa pero no quiere que nadie lo sepa para «no meterse en problemas».
Otra de las máximas del periodismo es buscar un diálogo abierto en aquellas sociedades democráticas a las que ayuda a sostenerse. Y esta columna también va de eso, de progreso. No se trata de iniciar una intifada –aunque esté mucho mejor visto que decir que eres católico– ni de abrirse las carnes reclamando el derecho a la libertad religiosa. Esta columna va sobre un mundo en el que a fuerza de escuchar mantras nos hemos convencido de que una chica de 22 años no puede decir que va a misa. Claro que estaría bien que todo el mundo pudiera hablar de sus gustos sexuales y que nadie le reprobara por ello pero que eso sea cierto y que las sirenas puedan ser del color que quiera un director de cine no es óbice para que alguien no pueda decir que cree en Dios. Esta columna iba de proteger a una fuente para descubrir algo peor y termina igual. No diré cómo se llama realmente María para no poner en peligro a una cristiana y así intentar descubrir a los neofascistas que le dan tanto miedo como para no atreverse a hablar.