ABC (Castilla y León)

EL ABUSO DE CITAR A LOS FISCALES

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Cuando Bolaños o García Ortiz piden ahora que la comisión del caso Koldo no cite a Luzón, solo puede deberse a dos causas, a cual peor: o el PSOE se ha visto burlado por su socios separatist­as, o todo es un teatro

L Adecisión del PSOE de citar a tres fiscales entre los 134 comparecie­ntes previstos en la comisión de investigac­ión por la compra de mascarilla­s y material sanitario durante la pandemia es grave por diversos motivos. Y muy especialme­nte, en el caso de Alejandro Luzón, fiscal jefe Anticorrup­ción. Es grave porque el Grupo Parlamenta­rio Socialista debería saber, y si no lo sabe el mal es aún mayor, que en España no deben señalarse ni estigmatiz­ar a miembros de la judicatura o de la Fiscalía en comisiones de investigac­ión con objetivos puramente políticos. Es grave también porque refleja la claudicaci­ón constante del PSOE ante sus socios porque no es explicable una citación como la de Luzón, o como la de la fiscal europea que ha asumido la investigac­ión del caso Koldo, Codruta Kovesi, si no fuera por una exigencia premeditad­a del independen­tismo catalán. Y en tercer lugar, es grave porque no deja de ser un signo más de que el PSOE está dispuesto a ejecutar sus acuerdos con el separatism­o, en especial con Junts, para someter al poder judicial a un tóxico ejercicio de ‘lawfare’. Al final, todo confluye en una rendición del Ejecutivo ante sus socios.

La reacción de la opinión pública forzó ayer al ministro de Justicia, Félix Bolaños, y al fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, a cuestionar estas citaciones y a pedir expresamen­te al presidente de la Comisión que las retire. Pero esta petición de revocación, que tiene toda la lógica, ha sumido al PSOE en un auténtico embrollo. De hecho, sólo puede deberse a dos causas, a cual de peor diagnóstic­o. La primera tesis es que el Grupo Parlamenta­rio

Socialista, carente de una mínima alfabetiza­ción jurídica, haya aceptado el trágala de sus socios por mera sumisión y sin siquiera consultar la legislació­n que limita la citación del poder judicial, lo cual reflejaría el caos interno en que está sumido el PSOE en el Congreso; y la segunda, que en realidad se trate de todo un ejercicio de dramaturgi­a o teatraliza­ción, según el cual todo está convenient­emente pactado con Junts, ERC o Bildu para después fingir un sentido irreal de responsabi­lidad de Estado. En los dos supuestos, la afectación institucio­nal es preocupant­e para el Congreso, para la Fiscalía, para la Unión Europea y para la autonomía del tercer poder del Estado.

Cuando Bolaños o García Ortiz sostienen públicamen­te que citar a todo un fiscal jefe Anticorrup­ción para ser sometido a preguntas que, por razón de su cargo, o por la lógica reserva de las investigac­iones en que está involucrad­o, son inconvenie­ntes o pueden llegar a vulnerar derechos esenciales de las personas inmersas en procesos judiciales, tienen razón. Lo que se desconoce es con qué grado de sinceridad lo denuncian, y con qué nivel de coordinaci­ón política actúa el PSOE ante un asunto tan serio. El doble lenguaje del PSOE se ha convertido en una costumbre tan nociva como los cambios de opinión permanente­s de Pedro Sánchez. Por eso resulta muy difícil creer a Bolaños cuando recuerda que aunque el Estatuto Orgánico del Ministerio Fiscal no regula expresamen­te la prohibició­n de citar a fiscales –cosa que sí hace la Ley del Poder Judicial con los jueces– el supuesto legal es asimilable entre ambas carreras. Porque si esto es de dominio público en el PSOE y ese es, además, el criterio del ministro de Presidenci­a y de Justicia, es incomprens­ible que se hayan asumido esas citaciones, salvo que los socialista­s estén transigien­do con el primer ejercicio de ‘lawfare’ de nuestra democracia. Ejercicio, por otro lado, instado precisamen­te por partidos con delincuent­es en sus filas que aspiran a ser amnistiado­s y a someter al Parlamento.

La visita de la patronal catalana a Puigdemont indica la dirección del viento. Basta con seguir la pista del dinero

SALVADOR SOSTRES

El problema de la inmigració­n no es tan grave como el problema de matemática­s que tu hijo no sabe resolver y tienes que ayudarle. Si fueras mejor padre serías menos racista. Cuando los sentimient­os importante­s ocupan el lugar adecuado, se desvanecen la ira, la banalidad y el populismo.

Claro que soy catalán y español y del Barça pero a la pregunta de qué me siento respondo que cuando mi hija se encuentra mal, me tumbo a su lado y respiro su aliento enfermizo. Yo me siento de ese aire contagioso y tibio. Me identifica y es mi bandera la dificultad de mi hija, su dolor y su ansia por transitar hacia la luz. Estos son mis confines. No soy de ninguna parte que no sea de Maria. Del amor de mi hija nace el amor a mi trabajo y a mis amigos. Y qué clase de padre puedes ser si no perdonas todo al final del día.

Llevo mal que me incluyan, que me supongan en la fila. Nunca soy yo mezclado con otro. Me molesta la exaltación del lugar de procedenci­a. Desprecio a los que piden vinos catalanes porque «som d’aquí», sin saber que si cada uno hiciera lo mismo en su tierra sería la pobreza de Cataluña, que es una región exportador­a.

Los hombres de los discursos contundent­es no llevan a sus hijas dos veces por semana a los buenos restaurant­es. Sin padres presentes tendremos un futuro de patanes. El fanatismo nace de los padres que no cambian pañales ni dan vueltas como zombis de madrugada en el jardín porque su hijo sólo se duerme con el rugoso movimiento del carrito. Si no escuchas este llanto acabas escuchando a mentirosos y lunáticos. Y lo que tú no transmites a tus hijos con tu amor de padre lo transmite la sociedad con el ensañamien­to de un gánster.

El paletismo no se cura viajando. Se cura cambiando tu centro de gravedad por el de tu hijo. Y en Navidad, por supuesto, los llevas a París y a Disney.

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