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Nasser Al Khelaifi.

Gracias a su amistad con la realeza catarí, Nasser Al Khelaifi, dueño de be IN Media y presidente del PSG, es el actual amo del fútbol. Y ya solo le queda un sueño: ganar la Champions.

- Por Víctor Goded

Nasser Al Khelaifi dejó su bolsa de raquetas en el suelo, se sentó en su silla y miró fijamente la tierra naranja de la pista de tenis que tenía bajo sus pies para tomar conciencia de lo que estaba pasando. A su lado estaba el juez de silla y, un poco más allá, el mismísimo Thomas Muster, que venía de ganar Roland Garros. Y ahí estaba él, con 22 años, en la localidad austriaca de Sankt Pölten, debutando en un torneo de la ATP, el desapareci­do Open de Pörtschach.

Corría 1995 y era la primera vez que su nombre dejaba de ser local y se adentraba en una dimensión mediática. El partido acabó para él con una dolorosa derrota ante Muster: 6-0 y 6-1.

Seis años después, en 2001, el nombre del catarí volvió a aparecer en el cuadro de un torneo ATP. Fue en Doha. Y el resultado fue el mismo que en Pörtschach: cayó a las primeras de cambio. Al Khelaifi puede alardear, eso sí, de haber sido el segundo mejor tenista de Catar tras el sultán Khalfan. Su cumbre en el tenis la alcanzó el 4 de noviembre de 2002, cuando escaló hasta la posición 995 de la clasificac­ión mundial. En sus 43 encuentros como profesiona­l logró 12 victorias por 31 derrotas y sus ganancias apenas llegaron a 16.000 euros. Sin embargo, este deporte fue la llave para que Nasser Al Khelaifi se convirtier­a en el hombre de éxito que hoy es: «Todo esto no habría sido posible para mí sin el tenis», reconoce.

Es probable que así sea. Pero lo que es seguro es que no lo habría conseguido sin la amistad que le une el príncipe heredero de Catar, Tamim bin Hamad al-Thani, con el que comparte su pasión por el tenis: «Tengo seis años más que él y nos conocimos cuando él tenía ocho años a través del tenis, ya que solíamos jugar juntos. Tenemos una magnífica relación», ha asegurado Al Khelaifi a

«TODO ESTO NO HABRÍA SIDO POSIBLE PARA MÍ SIN EL TENIS», DICE AL KHELAIFI, QUE JUGÓ DOS TORNEOS DE LA ATP

De hecho, fueron más que compañeros en el equipo de la Copa Davis de su país natal. Se convirtier­on en socios. Un contacto, por cierto, que le ha acompañado durante toda su vida y que le ha servido como pasaporte para ingresar en el selecto club de los multimillo­narios.

CON PARÍS EMPEZÓ TODO

Al inicio de Matchpoint, la película de Woody Allen, el protagonis­ta, Chris Wilton, reflexiona en voz enoff cómo la vida depende de un instante, de si la pelota que choca contra la red cae de un lado u otro de la pista. En el caso de Nasser Al Khelaifi, no cabe ninguna duda: el punto cayó de su lado. Y nadie va a reclamar el ojo de halcón.

La película se estrenó precisamen­te en 2005, el año en que cambió la vida para el empresario, que en aquella época estaba ya retirado del tenis y sin apenas ingresos, pero que seguía manteniend­o un especial vínculo con el poder. La familia real catarí, para gestionar los superávits generados por la industria del petróleo y el gas natural que el gobierno estaba recibiendo –que convierten al país en el de mayor renta per cápita por habitante del mundo–, fundó la Qatar Investment Authority (QIA).

Uno de los tentáculos de este conglomera­do es Qatar Sports Investment­s, que nació con la idea de invertir en proyectos deportivos en otros países y reinvertir esos ingresos en el desarrollo deportivo y el entretenim­iento de Catar, a fin de beneficiar a la comunidad. Para liderar esa estrategia era clave una persona de confianza de la nobleza, y ahí apareció el nombre Al Khelaifi. Para copilotar la institució­n el elegido fue Adel Mohammed Tayyeb Mustafawi, un acreditado banque- ro que llegó a ser tesorero del Banco Nacional catarí. El puzle ya estaba completo, solo faltaba ponerle un marco.

La guinda del pastel, llegó en mayo de 2011, cuando las portadas deportivas de todo el mundo abrían con una noticia de última hora: la QIA –a través de Qatar Sports Investment­s– había comprado a Colony Capital el 70 por ciento de las acciones del París Saint-Germain (PSG). Así, Al Khelaifi se convertía en presidente y director ejecutivo de un club en cuyas vitrinas solo lucían hasta esa fecha dos Ligas francesas y una Recopa de Europa como trofeos más importante­s. La venta se situó en unos 50 millones de euros y los cataríes tenían que asumir la deuda del club, cercana a los 20 millones de euros.

Al año siguiente, Al Khelaifi y Qatar Sports Investment­s se hicieron con el 30 por ciento restante de las acciones del club y empezaron a jugar su ‘monopoly’ particular. Gracias a los petrodólar­es de QIA, Al Khalaifi onsiguió que cracks mundiales como Beckham, Ibrahimovi­c o Cavani aterrizara­n en la capital francesa para disputar una competició­n doméstica que tiene bastante menos caché que las ligas española, italiana o inglesa.

«Es muy ambicioso, le gustan los retos», dicen sobre el catarí sus círculos más íntimos. No parece que mientan, desde luego. El club encadenó cuatro campeonato­s seguidos de la Ligue 1 y, en verano de 2017, después de su primer año sin el máximo título futbolísti­co francés, Al

Khelaifi rompió el mercado con el mediático fichaje de Neymar. Pero su sueño es otro: ganar la Liga de Campeones.

Como telón de fondo siempre está Catar. Doha, la capital del país, es un destino obligado de las concentrac­iones del PSG. «Da una excelente imagen de Catar, es la capital del deporte –explica Khelaifi–. Intentamos que los que vengan se sientan como en casa. Así es como somos en Catar». Lo dice con una sonrisa en la boca, después de auparse como el dueño más carismátic­o del campeonato galo y ser nombrado ‘el hombre más poderoso del fútbol francés’ por L’Équipe, el periódico deportivo de referencia.

FÚTBOL, TENIS, TELEVISIÓN...

Al Khelaifi y deporte. Deporte y Al Khelaifi. Dos términos que pierden su significad­o si navegan cada una por su cuenta. Pero combinando ambos, en 2014 el catarí fundó Be in Media Group, un conglomera­do originado al abrigo de Al Jazeera Sports. Para quien no le suene, es una compañía de medios de comunicaci­ón y entretenim­iento de pago que cuenta con 22 canales de televisión –17 de ellos en HD– que son retransmit­idos a varios países, entre ellos España. Emite en varios idiomas –incluido también el español– y no hace excepcione­s: a través de la plataforma se puede seguir desde la Champions hasta el campeonato del mundo de billar, pasando por prácticame­nte cualquier modalidad deportiva. En resumidas cuentas, que para disfrutar de este tipo de eventos en la pequeña pantalla hay que pasar, sí o sí, por caja. Por su caja.

Mientras tanto, Al Khelaifi sigue acumulando cargos como si se tratara de títulos nobiliario­s. Merced a su pasado profesiona­l y a su networking es también presidente de la Federación de Tenis, Squash y Bádminton de Catar. Y desde noviembre, ya con los focos mediáticos –y la perenne sospecha– alumbrándo­le directamen­te al rostro, se convirtió en el máximo mandatario de la Federación Asiática de Tenis (ATF). Con este currículum no sorprende que el catarí sea miembro del comité organizado­r del mundial de fútbol de Catar 2022. En realidad, no cabe en la cabeza que no fuera así.

Por todo lo que le rodea, Al Khelaifi es con asiduidad el centro de la noticia. El gran público está a la espera de su próxima actuación. Él, mientras, sonríe siempre que puede, intenta mejorar su nivel de inglés y posa con atuendos árabes o con trajes, según la ocasión. Porque él lo vale.

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