El nuevo apóstol
Inmerso en una crisis de identidad y cuestionado por el mercado, Michael Kors ha apostado por el lujo como tabla de salvación. Primero compró Jimmy Choo y ahora Versace. ¿Cuál será su siguiente paso?
Los grandes movimientos empresariales no siempre se ejecutan solo a golpe de talonario. Hace falta tener una estrategia clara y un objetivo en el punto de mira para alcanzar el éxito. Y luego actuar sin complejos. Esas son las normas básicas de actuación de los gigantes financieros. Y en su último movimiento, Michael Kors parece que ha seguido el manual al pie de la letra. La noticia ocupó las portadas de todo el mundo el último día de la Semana de la Moda de Milán. Y no, la primicia no estaba en las pasarelas, sino en los hilos que las manejan. Michael Kors Holdings Limited, el conglomerado de marcas de lujo, anunciaba la compra de Versace por 2.120 millones de dólares. Haciendo una lectura transversal de la operación se podría deducir que, con esta adquisición, la marca estadounidense está enfocando sus esperanzas hacia la moda italiana. Pero, leyendo entre líneas, parece que lo que Michael Kors intenta con esta maniobra es escaparse otra vez del pelotón. Porque Kors, criado por y para el sector textil, sabe de qué va esto.
A los cinco años, cuando sus compañeros de clase aún andaban aprendiendo a atarse los cordones de los zapatos, él diseñó el vestido de su madre para sus segundas nupcias. Tal vez fuera su modo de agredecerle haberle enseñado el oficio (ella era modelo de Revlon) y, de paso, haberle inoculado desde chiquitito la vocación como creador de moda.
Consciente de su potencial, en sus años de instituto y en su casa de Long Island (Nueva York) fundó su primera marca, Iron Butterfly, para diseñar y vender sus creaciones a público de cual-
«EL MOMENTO DE LA ‘FAST FASHION’ YA HA PASADO Y LA CALIDAD VA A SER CADA VEZ MÁS IMPORTANTE. EN MODA, O AVANZAS SIEMPRE O TE QUEDAS ATRÁS»