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MUJERES QUE AMAMOS

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Lversidad. Aunque ella nunca ha hablado mal de esa etapa: «Fue una buena experienci­a porque me enseñó el poder de mi sexualidad». Más complicado lo tuvo para destacar como modelo. ¿Su gran hándicap? La altura, solo 1,70, y sobre todo, la diastema. O sea, la separación entre sus dos incisivos. «No me querían, pero encontré una cera que podía moldear y colocar entre mis dientes», ha explicado. Aunque siempre se le acababa cayendo o, peor todavía, se la tragaba. Así que ese vacío, o ese hueco, se convirtió en su principal seña de identidad.

Su gran momento profesiona­l llegó en 1973, cuando cambió para siempre el mundo de la moda al firmar un contrato de 250.000 dólares anuales para convertirs­e en imagen de Revlon. Una fórmula que ninguna modelo había utilizado antes y para la que se inspiró en los deportista­s profesiona­les. «Fue una de mis grandes ideas, aunque tarde o temprano se le habría ocurrido a otro», asegura.

También lo intentó como actriz, pero sin demasiada suerte ni mucho empeño. «Hago todas esas películas malas para alejarme de casa», ha llegado a bromear sobre su irregular carrera, en la que tan solo destaca American Gigoló, la cinta que rodó en 1980 junto a Richard Gere y a las órdenes de Paul Schrader.

Y si uno de los peores momentos de su vida ocurrió en el 2000 con el accidente de moto, el otro fue un poco antes, en 1997, cuando murió Bob Williamson, su pareja y mánager durante 27 años. Entonces descubrió que no solo le había sido infiel, sino que encima se había pulido su fortuna de unos 11 millones de dólares. Aunque ella, con los años, fue capaz de encajarlo, perdonarlo y valorar las cosas buenas que ambos habían vivido juntos. «Era un gran viajero, muy valiente y listo. Me salvó la vida cinco veces», ha dicho de él.

A los 41, y después de diez años, Revlon rescindió su contrato. Fue un palo y no le quedó otra que ponerse las pilas y buscar un nuevo hueco. «Mi generación, las chicas de la década de los 60, ya somos mujeres, y queremos seguir pareciendo atractivas, aunque cumplamos 50 años. Así que les dije a los editores que tenían que sacarnos en sus revistas, pero fueron ellos los que decidieron sacarme a mí», ha explicado sobre esa nueva etapa en la que aún sigue con desfiles –como la recordada vuelta a las pasarelas de Tom Ford en 2011–, campañas y sesiones de fotos.

La edad, además, tiene sus ventajas, según declaró en 2007: «Te vuelves más inteligent­e según te haces viejo. ¿Y qué hay mejor que eso? Ser inteligent­e es mejor que el sexo, y no hay nada que a mí me guste más que el sexo». El sexo y montar en moto. En 2015, sin ir más lejos, participó en una excursión por las montañas de Adirondack, en el estado de Nueva York, como homenaje a su gran amigo Dennis Hopper. Se lo debía, aunque solo fuera por lo de las pelotas y el corazón. No existe una definición más bonita ni más acertada de Lauren Hutton.

«Ser inteligent­e es mejor que el sexo, y no hay nada que a mí me guste más que el sexo»

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