de Manhattan
Para la revista ‘Restaurant’, Le Bernardin, uno de los templos neoyorquinos del marisco, es el 26º mejor establecimiento del planeta. Y para ‘Eater’, otras de las biblias de la gastronomía, The Breslin es «el mejor lugar para comer carne de la Gran Manzana». En las cocinas de estos dos restaurantes ofician, respectivamente, Éric Ripert y April Bloomfield. Ellos son los nuevos ‘top chefs’ de Manhattan.
Eric Ripert y April Bloomfield tienen más cosas en común de las que figuran en el epígrafe ‘profesión’ de su DNI. Ambos son chefs de éxito, han escrito libros y participado en programas de televisión, y los dos viven en Nueva York, aunque ninguno de ellos ha nacido en los Estados Unidos –él es francés, de Antibes, y ella británica, de Birmingham–. Pero las coincidencias acaban ahí, a la puerta de las cocinas de sus restaurantes, porque pasado su umbral son como el día y la noche. Ripert es uno de los chefs con más clase de la escena culinaria neoyorquina a juicio de publicaciones como Mashed. Y lo es desde hace más de veinte años, cuando tomó las riendas del restaurante Le Bernardin, que los hermanos Gilbert y Maguy Le Coze trasladaron de París a la Gran Manzana en los 80. Lo hizo obligado por la prematura muerte de Gilbert, a los 49 años, que era quien se encargaba de darle su inconfundible punto a unos pescados y mariscos fresquísimos que eran y siguen siendo la norma de la casa. Él era su ayudante y su más fiel discípulo y lanzó Le Bernardin a lo más alto. Solo unos meses depués de tomar sus riendas, en 1995, recibió una extraordinaria crítica de
The New York Times y varios medios especializados en gastronomía lo comenzaron a catalogar como «el mejor restaurante de marisco y pescado de los Estados Unidos». Su fama se disparó. Y también los renocimientos: varios premios de la Fundación James Beard, apariciones constantes en la lista de los mejores establecimientos del mundo de la revista Restaurant y por fin, en 2005, las ansiadas tres estrellas Michelin, que conserva desde entonces.
Le Bernardin, a juicio de la élite de los gastrónomos, es uno de los mejores esta- blecimientos del planeta para tomar, tanto en su extensa carta como en su menú degustación, productos del mar: Láminas de atún sobre foie gras, Ceviche de vieiras al estilo peruano, Capuchino de langosta con sopa de apio, nabo, trufa y espuma de langosta, Pez rey con caviar…
En el otro platillo de la balanza está April Bloomfield, que en su cocina apuesta por una vertiente más carnívora. Su llegada a los Estados Unidos fue de la mano de un socio singular, Ken Friedman, exmánager de The Smiths y con buenos contactos en el mundo de la música. Con el dinero de un buen puñado de amigos músicos (Jay-Z, Michael Stipe o Paul McGuinness, antiguo mánager de U2) y el talento de Bloomfield, el dúo comenzó en 2004 su conquista de Manhattan: primero abrieron The Spotted Pig, en 2009 llegó The Breslin y en 2016, John Dory Oyster Bar. Entre medias también saltaron a la Costa Oeste con establecimientos como Tosca Café, en San Francisco, o Hearth & Hound, en Los Ángeles.
Durante años, el tándem Blomfield-Friedman parecía indestructible, pero la denuncia de algunas extrabajadoras de The Spotted Pig hacia Friedman, al que
acusan de acoso sexual, ha hecho saltar por los aires su colaboración.
Desde junio, Bloomfield vuela libre. Se ha librado de Friedman y se ha quedado con la mitad del negocio: suyos son ahora los locales de la Costa Oeste, mientras en Manhattan sigue siendo la chef ejecutiva de The Breslin Bar & Dining Room y de John Dory Oyster Bar, situados los dos en el Ace Hotel. El primero, catalogado por Eater como «el mejor lugar de la Gran Manzana para comer carne», es una steak-house tradicional heredera del excelente trabajo con las carnes de Bloomfield en The Spotted Pig, donde ganó una estrella Michelin en 2005 que perdió hace dos años. El otro es una rara avis: un local de marisco con una barra corrida donde degustar sus creaciones. Dos locales bien distintos a los que, tras su ‘divorcio’ de Friedman, Bloomfield ha anunciado que quiere dar un nuevo aire. De momento, junto con Le Bernardin de Éric Ripert, siguen siendo tres de los locales imprescindibles en Nueva York.