Lucía Padilla, guitarrista
Pisando la calle Reloj donde la Córdoba antigua, pícara, emocionante; donde el tiempo paró las manecillas de esa medición, alcanzamos el Teatro Cómico Principal. Allí era la cita, sobre ese escenario Lucía Padilla nos esperaba. La simpática y alegre intérprete, de negro vestida, cruzó las bambalinas y tras el emocionante aplauso a su guitarra se aferró. De las miradas del público fue objeto, centro y foco de atenciones. Expectantes y ansiosos, a la espera de sus acordes, de su entrega, comenzó la música a fluir. La fusión de Lucía con su guitarra, con sus interpretaciones, con su complicidad, la sumergieron en ese silencio que solo el artista puede comprender; en esa soledad que sólo ella podría desvelar. Se fusionaron y de sus ágiles y vigorosos dedos, deslizándose por los trastes y en punteo sobre las cuerdas, el recital de guitarra nos envolvió. La guitarrista de Villafranca interpretó y condujo un concierto con toques clásicos, aires andaluces, piezas con fuerza, contundentes, con ritmos sinuosos, plenos de nostalgias y tristezas. Aires de bolero, aires del árabe Guadalquivir, de ojos negros, del cabalgar veloz, del negro caballo árabe… Para interpretar el Usher vals, de N Koshkin, usó la guitarra construida por la Luthier Ana Espinosa. Los continuos aplausos no salvaron a Lucía a volver dos veces e interpretar sendas piezas.