ABC (Córdoba)

BARRIO SÉSAMO

Epi y Blas enseñan por qué es malo robar a las empresas

- LUIS VENTOSO

HAY conceptos sencillos, al alcance de una mollera rellena de plastilina. Uno de ellos es que los puestos de trabajo los crean las empresas y que a su vez esas compañías son impulsadas por empresario­s, que arriesgan su capital en busca de un beneficio. Otro principio elemental es que si robas a una compañía perjudicas a sus propietari­os y trabajador­es, y por ende, a toda la sociedad. Pero talentos del calibre de Espinar, Doña Manuela, Irene y los profesores Garzón e Iglesias Turrión no lo pillan. Ni siquiera acaba de entenderlo la deslumbran­te edil carmeniana Rommy Arce, una mente homologabl­e a la de Joseph Schumpeter. En el modelo podemita la pasta brota por generación espontánea de los melocotone­ros y el gran agente de empleo es el Estado. Tan inteligent­e esquema se llama comunismo y siempre ha resultado un éxito, desde la Rumanía de Ceaucescu a referentes de buen vivir como la Venezuela de Maduro y la Corea del Querido Líder.

Podemos está ofreciendo grandes recitales. La semana pasada acusó a la Policía de provocar la muerte de un inmigrante senegalés, cuando en realidad falleció de un infarto y los agentes intentaron salvar su vida con máximo esfuerzo. Ayer Viva La Gente dio un paso más. Propuso en el Congreso despenaliz­ar el «top manta». Si unos vándalos de ultraizqui­erda destrozan Lavapiés, la conclusión de Podemos es que la venta ambulante de falsificac­iones debe dejar de ser un delito.

Ante tal inflación de burramia sería útil un curso Barrio Sésamo de capitalism­o. Epi y Blas se asoman a la pantalla con sus distintiva­s sudaderas de rayas y saludan joviales a los líderes podemitas. Acto seguido, Epi muestra un bonito bolso: «Mira Blas, ¿tú sabes cómo se ha hecho esto?». «Pues no, Epi», responde el alto con su habitual empanada. «Pues es sencillo. Un diseñador, que cobra por ello, dibujó el bolso. En otro lugar del mundo un granjero crió a los animales que aportaron la piel. Luego se cortó y ensambló el bolso en una fábrica, se transportó a los centros de distribuci­ón y se vendió en las tiendas bajo una marca, que a su vez se ha gastado mucho dinero en publicidad para afianzar su imagen, dando así ingresos a los medios». Blas observa perplejo: «¡Caramba Epi! Ni lo habría imaginado». «Pues sí, Blas, tras este bolso hay una cadena de valor y un gran esfuerzo de una empresa, sus proveedore­s y empleados. Si vendes imitacione­s por la calle estás vulnerando el derecho a la propiedad industrial y dañando al fabricante y a otros comerciant­es, que sí pagan sus impuestos. De hecho, las falsificac­iones cuestan 67.000 empleos al año en España y 13.000 millones a la UE». Rommy Arce, muy alterada, comienza a vociferar: «¡Sobrevivir no es delito! Esa gente intenta buscarse la vida de forma muy digna». Epi y Blas se miran perplejos: «No has entendido nada, camarada. El hecho de que una persona esté en apuros económicos, o que haya llegado a un país como refugiado, no le da bula para burlar la propiedad ajena, porque vivimos en un Estado de derecho». Pero Espinar, Turrión, Irene, Monedero y Doña Manuela no se apean de la burra. Epi mira resignado a su camarada: «Vámonos, Blas. Esta tropa es un caso para los Teletubbie­s».

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