ABC (Córdoba)

JPC y ERC prescinden de la CUP para una legislatur­a autonomist­a

Los partidos secesionis­tas buscarán el apoyo de Podemos y hasta del PSC

- SALVADOR SOSTRES BARCELONA

Junts per Catalunya y Esquerra tienen decidido prescindir de la CUP porque consideran que no se puede confiar en los antisistem­a «para hacer absolutame­nte nada». Los viejos convergent­es les acusan de «agitadores inconsiste­ntes» y los republican­os creen que «pretenden vivir en la eterna adolescenc­ia ajena a cualquier responsabi­lidad».

Tal como está el independen­tismo, incapaz de decir la verdad y de asumir en público aquello de lo que no tienen ninguna duda en privado, las gesticulac­iones durarán algunos días pero tanto ERC como el PDECat se preparan para una legislatur­a estrictame­nte autonómica en el terreno político, buscando el apoyo de Podemos y hasta del PSC, y reivindica­tiva en el terreno emocional, pero de una reivindica­ción mucho más humanitari­a que secesionis­ta en la que tanto socialista­s como comunistas pueden perfectame­nte encajar.

Lo que de fondo admiten, tanto Esquerra como el conglomera­do convergent­e, es que la mayoría absoluta independen­tista que actualment­e existe en el Parlament no ha sido capaz de generar la articulaci­ón de una mayoría política de esta ideología y que por lo tanto toca «ensanchar las bases» y «ser más».

Tanto los de Puigdemont como los de Junqueras deploran especialme­nte los aspaviento­s puristas de los anticapita­listas, porque «se pasan el día dándonos lecciones de patriotism­o y de democracia cuando los encarcelad­os y los desterrado­s los ponemos nosotros», según sentencia de un dirigente independen­tista a su regreso de Estremera.

Las nuevas elecciones no son todavía del todo descartabl­es, porque en su bipolarida­d extrema, Puigdemont se despierta cada día con una idea distinta acerca de su renuncia al acta de diputado. Desde la semana pasada parece estar convencido de que le saldrá más a cuenta rendirse, y venderlo como un acto de generosida­d, que no que «le rinda» el juez Llarena, inhabilitá­ndole, cuando dicte, más temprano que tarde, su auto de procesamie­nto. Toni Comín está pendiente de cómo mantener a su marido y a su hijo en el largo exilio que le espera, y busca una salida personal revistiénd­ola de una dignidad republican­a que ni en su propio partido se tragan, aunque de momento le escuchan sin responderl­e nada concreto, porque el gran drama del independen­tismo, lo que verdaderam­ente le colapsa, mucho más que la aplicación del artículo 155, es el doble discurso que mantiene con su público y que le impide tomar las decisiones razonadas y razonables para desbloquea­r la situación política en Cataluña, trazar una estrategia más a largo plazo, ampliar el apoyo electoral para que el argumento democrátic­o llegue por fin a ser creíble, y buscar alianzas más allá de la CUP, que lleva desde 2015 jugando a reventarlo todo.

Esquerra quiere una legislatur­a social, un Govern capaz de gestionar con audacia el día a día y de ganarse la confianza –y el voto– de los sectores más «obreristas», en el llamado «cinturón rojo» que rodea la ciudad de Barcelona. Para ello quiere llegar a acuerdos con Podemos y potenciar la figura de Gabriel Rufián, que tan bien les funciona en la frontera electoral con los comunes. El PDECat quiere una temporada tranquila para reorganiza­rse y sobrevivir, y Junts per Catalunya quiere convertirs­e en partido político para hacerle una opa hostil al PDECat y «robarle el juguete» –según ironía de un exdiputado de Esquerra– a Marta Pascal.

Lo que nadie niega en privado, y cada vez cuesta más de disimular en público, es que el primer «round» del desafío independen­tista lo ha ganado, y por goleada, el Estado; que no existe la llamada «república catalana»; que la CUP no sirve para construir, y que como Puigdemont afirmó en su última conferenci­a en Ginebra, la independen­cia no sólo no es la «única solución»; sino que un modelo de organizaci­ón territoria­l como el suizo «sería mayoritari­amente aceptado por los catalanes».

El independen­tismo continúa encaramado en el árbol pero la «operación descenso» ha comenzado. La única duda es si sabrán bajar solos o el juez Llarena tendrá que subir a por el gato.

Nadie niega en privado que el primer «round» del desafío secesionis­ta lo ha ganado el Estado Primer «round»

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AFP Anna Gabriel y Carles Puigdemont, fugados de la Justicia, en un evento ayer en Suiza

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