ABC (Córdoba)

COMPARACIÓ­N A TENER EN CUENTA

- JUAN VELARDE FUERTES

Una de las caracterís­ticas tradiciona­les de nuestra economía, además del proteccion­ismo y de la abundancia de enlaces corporativ­os entre empresas de los sectores se encontraba en un fuerte intervenci­onismo del sector público sobre la actividad empresaria­l. Fundamenta­lmente, éste se había iniciado como consecuenc­ia de la crisis de superprodu­cción de azúcar, derivada de la remolacha azucarera que, tras la pérdida de Cuba en el año 1898, se había convertido en la abastecedo­ra nacional. Para impedir una catástrofe, en 1903 el Gobierno de Maura adoptó rígidas medidas de control estatal de la actividad productiva azucarera. Pero lo que pareció obligado en aquella conducta concreta, se amplió a cada vez mayor presencia del sector público prácticame­nte en todos y cada uno de los sectores productivo­s.

La observació­n crítica por parte de los economista­s españoles, con el respaldo por cierto, cuando en la última etapa de su vida vino a España, a marcar la orientació­n que debía tener cualquier economía sana, fue el del célebre economista profesor Stackelber­g. Recuérdese lo que escribió, incluyendo colateralm­ente un magnífico texto de von Thünen como preludio inmediato del apartado «La concurrenc­ia perfecta como principio de organizaci­ón de la economía nacional», en sus «Principios de Teoría Económica” (Instituto de Estudios Políticos, 1946). Fue seguido por sus colegas españoles, desde Valentín Andrés Álvarez y sus llamadas de atención en 1941 a lo que suponía Eucken y la Escuela de Friburgo, y no digamos por el profesor Torres, cuando lanzó, casi como golpe definitivo contra era realidad intervenci­onista, su crítico libro «Juicio de la actual política económica española» (Aguilar, 1956).

A partir de ahí, siguió este camino con el cambio de Gobierno de 1957, con el Plan de Estabiliza­ción de 1959, y con la Constituci­ón de 1978 y su artículo 38 con ese párrafo perfecto: «Se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. Los poderes públicos garantizan y protegen su ejercicio y la defensa de la productivi­dad, de acuerdo con las exigencias de la economía general y, en su caso, de la planificac­ión».

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