LA OTRA CARA DE FACEBOOK
Somos unos privilegiados, aunque nos cueste reconocerlo. Vivimos en una época de creación de riqueza y bienestar sin precedentes. Dicen los que saben de estos asuntos que la tecnología está impulsando la mayor revolución conocida en la humanidad. Nunca en la Historia se ha registrado una acumulación de progreso técnico comparable a la actual. Como ocurre siempre en estos casos en el discurrir de los tiempos, estas inflexiones que protagonizan las civilizaciones conllevan su parte buena, pero también ciertos riesgos. El escándalo que acecha a Facebook es un ejemplo de esos peligros. Entregar cincuenta millones de perfiles de sus usuarios, además de constituir un atentado a la privacidad de las personas, es una evidencia de cómo la tecnología puede terminar con la condición ciudadana. Es algo que amenaza a cualquier país. Internet revoluciona todos los ámbitos. El político, también. Por eso, más que nunca hay que insistir en los valores ciudadanos para que actúen como anticuerpos ante la disrupción digital. Esto no ha hecho nada más que empezar y convendría evitar que los grandes actores tecnológicos se lleven la democracia por delante.