Noche de concierto y Vía Crucis
El Señor de la Humildad y Paciencia entra en la Merced donde se le interpreta el «Réquiem piadoso»
ES el último martes que no será Martes Santo y en la calle está el Señor de la Humildad y Paciencia. No hay que mirar el calendario al encontrarse con la imagen, vestida de morado cuaresmal y lejos del poderío de su paso de misterio. En la intimidad de la música de capilla y con un amplio cortejo de hermanos el titular de la hermandad de la Paz recorrió las calles en una jornada que fue a la vez tradicional, en el Vía Crucis que se realizada cada año en esta misma fecha, y extraordinaria, en que se ofrendó en su honor el «Réquiem piadoso» de Manuel Pérez.
El Señor de la Humildad y Paciencia entró en la iglesia de la Merced, donde se celebraba el concierto, y en un momento lleno de emoción los rezos de las estaciones se mezclaban con la música de la Joven Orquesta del Conservatorio Profesional y de los solistas que interpretaron la obra. Volvía la imagen a una iglesia de la que salió en los primeros años de vida de la cofradía con estampas para el recuerdo y para la historia. Allí permaneció mientras sonaba la obra y mientras las notas parecían cantar la pena con que le despojan de las vestiduras, ante un auditorio repleto.
Después el cortejo continuó un camino que ya había recorrido una buena parte de las calles de su entorno, desde San Zoilo hasta Ramírez de Arellano y la plaza de los Carrillos. Al salir de la iglesia, pasadas las diez de la noche, el Señor de la Humildad y Paciencia se dirigió a los jardines de Colón, uno de los puntos emblemáticos para la hermandad en su estación de penitencia.
La comitiva buscó desde ahí el retorno a la iglesia de Capuchinos, donde entró hacia las once de la noche. La próxima vez que el Señor vea las calles de Córdoba ya será el Miércoles Santo y todo lo que le rodee será muy distinto.