ABC (Córdoba)

POR QUÉ TVE, SÍ, Y TV3, NO

Escandalos­a la diferente vara de medir del PSOE con las TV

- MAYTE ALCARAZ

ALBRICIAS. Ayer Sánchez, Rivera e Iglesias se pusieron de acuerdo. Ha sido imposible verlos de la mano en cosas de comer, sin embargo, la primavera ha descongela­do las tiranteces y ha triunfado el amor. Han obrado el milagro cuatro siglas de un ente público, RTVE, al que todos intentan liberar del yugo del Gobierno cuando están en la oposición, vocación que de forma súbita olvidan cuando llegan al poder.

Podemos demostró, cuando tan solo acarició el BOE aquel inolvidabl­e enero de 2016, con su politburó reunido en el Congreso mientras Sánchez despachaba con el Rey, que este afán por «democratiz­ar» la televisión pública era con freno y marcha atrás. Por eso Iglesias se apresuró a exigir al PSOE como condición sine qua non el control de RTVE, obsesión que no se recordaba desde el 23 de febrero de 1981. A ver si me explico: si gobierna el PP es impepinabl­e cambiar el modelo por el de concurso público, pero si es uno el que mete sus zarpas en Torrespaña, entonces todos salvados.

Luego está Sánchez. Tan exquisito exigiendo a Rajoy que evitara con el artículo 155 cualquier intervenci­ón en la televisión autonómica, un vivero de independen­tistas y de adoctrinam­iento en el odio a España, y tan presto ahora a cambiar RTVE. No digo yo que los 46,5 millones de españoles no merezcamos una televisión de calidad, y sobre todo menos endeudada y sostenible (igual puede preguntarl­e a Zapatero por qué decidió fulminar la publicidad), pero entre ellos hay 7,5 millones de catalanes que tienen derecho, no solo a tener una cadena estatal como la BBC, sino una autonómica que no prevarique y no gaste el dinero de todos en insultar a los españoles. Pero a Sánchez le pilló esta clase de Barrio Sésamo en su Escuela de Buen Gobierno.

Desde que tengo conciencia y Calviño se convirtió en el puching ball de Felipe González supe que los presidente­s guardaban en el nombramien­to del responsabl­e de la corporació­n su carta más poderosa. Pero he comprobado con el paso de los años que, aunque hay casos para todos los gustos, igual hemos sobredimen­sionado (y hoy con las redes sociales más) la influencia de los telediario­s en el voto. Tuvo más fuerza la manipulaci­ón extramuros de Rubalcaba y sus huestes el dramático 11-M para que el PP perdiera las elecciones que los informativ­os aznaristas. Luego Rajoy ganó en 2011 con mayoría absoluta pese a la brunete mediática zapaterist­a, y perdió esa mayoría en 2015 y 2016, aun con RTVE «a su favor». Ha habido responsabl­es de la tele buenos, malos y regulares, pero no creo que les haya compensado a ninguno, muchos profesiona­les de primera, haberse llevado las guantadas propias y las que intenciona­damente les desviaron los políticos. Y si sirve mi experienci­a, yo he sido tan libre en «Los Desayunos» de Ana Pastor como en los de María Casado.

Por eso, creo más en una TV de calidad (los telediario­s van en ese camino), de entretenim­iento blanco, como los exitosos «OT» o «El Ministerio del Tiempo», y autofinanc­iada, que en los concursos (para presidente de RTVE) de los tres tenores.

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