ABC (Córdoba)

En honor a la verdad

- DAVID GISTAU

Al ser un gran aficionado a los neologismo­s y a su estudio en cautividad, ayer me resultó entretenid­o contemplar la elección que, a cuento de la desclasifi­cación de secretos de Estado, hizo Aitor Esteban (PNV) para definir el hecho de «cambiar las cosas para que todo siga igual». Lo más socorrido habría sido usar el adjetivo «lampedusia­no». Pero resulta que de éste se apropió Pablo Iglesias cuando comenzó a decir que la Transición, pese a la intervenci­ón en ella del PCE, fue en realidad una hazaña del franquismo para que todo siguiera igual aparentand­o transforma­ciones. Aitor Esteban tuvo por tanto que recurrir a otro que significa exactament­e lo mismo: «gatopardia­no». Es decir, basado en el título del libro y no en Lampedusa, su autor. Sé que no abro la crónica con lo más importante de cuanto sucedió ayer, pero ya digo que con estas cosas me lo paso igual de bien que otros pintando soldaditos de plomo.

Ayer tuvo gran protagonis­mo la vicepresid­enta del Gobierno, en adelante, SSS, sinuoso acrónimo. Su duelo con Irene Montero fue apasionant­e. Que no, que es broma. Su duelo con Irene Montero sólo fue. Riñeron nada menos que por la Verdad y su protección de las «fake news» o posverdade­s. Y, contemplad­as ambas, SSS y Montero, desde la tribuna de prensa, no habría sido posible decidir cuál de las dos estaba más deslegitim­ada para arrogarse semejante paladinazg­o –¡La Verdad!–. Si la vicepresid­enta más agresiva y nociva con el periodismo libre en lo que va de democracia, la que más represalia­s subterráne­as ha tomado, la que más ha llamado por teléfono a editores para pedir cabezas en una bandeja, la que más ha tratado de decidir quién tiene derecho a trabajar y quién no en función de su satisfacci­ón personal. O si la representa­nte de un partido, Podemos, que no sólo puso recienteme­nte en circulació­n el bulo de Lavapiés, una de las «fake news» más groseras y malintenci­onadas de nuestra contempora­neidad, sino que además sostiene que los medios de comunicaci­ón privados deberían desaparece­r para que a los ciudadanos sólo los informara el Estado a través de su ministerio de la Verdad, modelo Granma y Pravda. Si la Verdad periodísti­ca depende de que la defiendan políticos como éstos, y no la honradez y las agallas contra el poder de los periodista­s y de sus editores, dése la Verdad por muerta.

Luego SSS tuvo un enganchón con el muy taimado socio/opositor, Albert Rivera. Éste le hizo una pregunta directa acerca de si el dinero del FLA enviado a Cataluña fue o no usado en el golpe, como sugieren las investigac­iones de la Guardia Civil, y si en ese sentido Montoro y Rajoy mintieron a la cámara cuando lo negaron –¡más fakes!–. Por supuesto, SSS no respondió a la pregunta directa. Hizo una digresión y comenzó a regañar a Rivera por otras cuestiones ajenas a la pregunta. Le desconecta­ron el micrófono y siguió regañando. Daba la impresión de que Rivera bajaría al parking a por el coche y detrás aparecería SSS regañando todavía. Y al abrir la nevera en casa. Y al tratar de ver una serie. Y al irse a dormir.

Pasaron más cosas pero las he olvidado.

Si la Verdad periodísti­ca depende de políticos como éstos, dése la Verdad por muerta

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