LA ENFERMEDAD SILENTE DE CATALUÑA
Es posible que un observador externo y algo superficial de la cuestión catalana haya llegado a la conclusión de que el daño económico ya se ha producido con la salida masiva de miles de empresas en los meses finales del año pasado, que la sangría está contenida y la herida está cerrada. Pues sería una conclusión equivocada. El error consiste en que el ritmo de la fuga se ha moderado, pero no se ha detenido. Y, lo que es muchísimo más importante, en que además de los efectos visibles y evidentes, el procés provoca un daño silente terrible que no aflora de inmediato, pero que socavará la economía catalana durante mucho tiempo.
Hace poco conocimos la pérdida de depósitos sufrida por las entidades financieras radicadas en Cataluña, que sobrepasa los 30.000 millones euros. Un dinero que se ha ido «por si acaso» y que nadie sabe cuándo volverá, si es que vuelve algún día, lo que no es seguro en absoluto. Y, lo peor será la inversión. Es una variable difícil de medir, pues se dan datos absolutos y se hacen comparaciones con respecto a periodos anteriores.
Pero nunca podremos calcular con precisión el terrible daño provocado por las inversiones perdidas. ¿Cuántos millones de inversiones preparadas se han paralizado por culpa de una deriva política que está más cercana del completo desvarío que del simple error estratégico? Nadie lo sabe y no lo sabremos, pero el declive económico de Cataluña se ha iniciado y será duradero. Apunten el incremento registrado en Valencia. ¿Es irremediable consecuencia o simple casualidad?
Para invertir el proceso, primero habría que retornar a la cordura. ¿Hay esperanza de que se vaya a producir pronto? Ninguna.
Y, luego, habrá que recuperar ese otro elemento tan sutil y quebradizo que se llama confianza. Cataluña, o mejor sus dirigentes, han conducido al desastre a sus ciudadanos, han quebrado la convivencia y han dañado a la sociedad. Pero también han decepcionado a los inversores extranjeros, como se percibe en todas sus reuniones. Partiendo de la base de que, en ellas, se dice en público la mitad de la mitad de lo que se piensa y con la mitad de la mitad de la acritud con que se expresan en privado. Cuando todo esto se haga visible, será ya irreparable.