La UCI activa los rayos X contra los motores en las bicicletas
De nuevo el ciclismo abre un canal que pretende purificar sus entrañas, pero que, como sucedió en su liderazgo frente al dopaje, seguramente se vuelva en su contra. La cruzada tiene ahora como objetivo el fraude tecnológico, la sospecha que nació hace años sobre el uso de pequeños motores en el interior de las bicicletas que impulsan a los corredores y aminoran su sensación de esfuerzo. La Unión Ciclista Internacional (UCI) ha presentado un plan de choque contra el presunto truco de los motorcitos. Un millón de euros destinado a un sistema de rayos X en una unidad móvil que pretende descifrar por fin si hay o no propulsores en las ruedas, los cuadros, los cambios o las tijas. «Los rayos X harán que la bicicleta sea como un libro abierto», explicó, poético, el exciclista e ingeniero francés Jean Christophe Peraud, que fue segundo en el Tour 2014.
El dispositivo de rayos X consiste en una única furgoneta itinerante, dotada de una guía al estilo de los TAC, por la que pasará la bicicleta para ser analizada. En cinco minutos, el sistema detecta si hay elementos ajenos a los componentes de una bici. Un comisario de la UCI supervisa el proceso y decide.
«Queremos garantizar la credibilidad de los resultados y proteger a los deportistas», repitió Lappartient. «No queremos descubrir los pequeños motores, sino demostrar que no existen».