ABC (Córdoba)

ALSASUA, EL ODIO QUE NO ACABA

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COMIENZA hoy en la Audiencia Nacional el juicio contra los ocho autores de la paliza a dos guardias civiles y sus parejas en un bar de la localidad navarra de Alsasua. La Fiscalía y la acusación popular piden condenas por terrorismo que podrían suponer hasta 62 años de prisión. Los agresores son un grupo de matones proetarras, entre los que se encontraba­n dos dirigentes del movimiento Ospa, cuyo objetivo era la expulsión de la Guardia Civil de Navarra y el País Vasco. Desde que se produjo la brutal agresión en octubre de 2016, el relato de los hechos ha acabado convirtien­do a las víctimas en sospechoso­s y a los agresores, en perseguido­s políticos. La agresión, en sí misma, y el movimiento político posterior demuestran que el final de la violencia terrorista de ETA no ha supuesto el final de la intimidaci­ón, especialme­nte en algunas poblacione­s. La recuperaci­ón histórica de ETA como contendien­te de un conflicto legítimo es el marco de un relato inmoral sobre la agresión en Alsasua. Un relato en el que no ha faltado la intervenci­ón de la izquierda extrema, retratada en el cordial recibimien­to de Pablo Iglesias a las familias de los agresores.

Se ha discutido si la calificaci­ón de los hechos como terrorismo es correcta. Ya se encargará el tribunal de valorarla. Lo que menos importa ahora es si el fiscal se ha equivocado en más o en menos. Lo importante es que cuatro personas, por ser guardias civiles y sus parejas, no por otra razón, fueron agredidas por una turba de casi medio centenar de aquellos que hasta hace poco ponían dianas para que ETA acertara. Y frente a la campaña contra los víctimas, animada por una manifestac­ión celebrada el pasado sábado, a la que convocó la mayoría nacionalis­ta e izquierdis­ta del Parlamento navarro, vuelve la terrible sensación de que esas víctimas molestan.

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