Ni tocado ni hundido
Apoyado por Rusia y sin apenas despeinarse, Bashar al Assad minimiza los efectos del ataque aliado del pasado sábado, que califica de «agresión tripartita», e incluso se siente fuerte para relanzar su ofensiva militar en el norte de la provincia central de Homs y al sur de la vecina Hama. Desafiante y reforzado por los apoyos que le brindan Moscú y Teherán, el tirano sirio posó ayer junto a una delegación parlamentaria rusa, enviada por Putin para escenificar ante Occidente su respaldo a Damasco. «Nuestros dos países están en la misma batalla, no solo contra el terrorismo, sino también para proteger el Derecho Internacional», dijo Al Assad, reconvertido en defensor de las libertades.
Al otro lado del frente de esta guerra de operaciones militares quirúrgicas y gestos para la galería, Estados Unidos anunció nuevas sanciones para las empresas rusas que estén relacionadas con el arsenal químico de Siria, lo que vuelve a trasladar la batalla a terrenos más convencionales y llevaderos. Tras la tempestad, la calma también llegó a la Casa Blanca, donde Donald Trump, más relajado, llegó a comentar el uso del término «misión cumplida», muy controvertido desde los tiempos de Bush y la segunda guerra de Irak. «Sabía que se aprovecharían de esto, pero me parece una expresión militar tan magnífica –escribió Trump– que debería recuperarse. ¡Empleadla a menudo!».