El fondo Norges Bank y el capital riesgo
La semana pasada salió una noticia en las páginas interiores de los periódicos económicos que, lógicamente, pasó desapercibida. Noruega no ha dado la autorización a su fondo soberano, el más grande del mundo, para invertir en «private equity». En el informe anual, el ministro de Finanzas noruego señaló que este tipo de apuestas no encaja en el modelo de inversión del fondo. La razón principal tras esta decisión es la falta de transparencia que el fondo exige en todas sus iniciativas. Debate cerrado.
Quienes empujaban la idea de que invertir en capital riesgo supondría una mayor diversificación se han dado con la puerta en las narices. Y el argumento es inapelable: quieren saber en qué están invirtiendo y la transparencia es un compromiso ineludible para con el pueblo noruego. Hay poco que se pueda decir.
La industria del capital riesgo ha experimentado un crecimiento enorme en los últimos años. El entorno de tipos de interés actual ha empujado a muchos de los inversores tradicionales en renta fija a buscar en nuevos caladeros de rentabilidad. Aunque pueda sorprender, la falta de transparencia o la ausencia de una valoración diaria no parece ningún inconveniente. Todo lo contrario, hay muchos inversores que, aunque parezca contraintuitivo, prefieren no tener una valoración de su inversión sujeta a los vaivenes del día a día de los mercados. En cierta medida, es una forma de hacerse trampas al solitario que solo se entiende cuando no se tiene que rendir cuentas a nadie, o se prefiere aquello de ojos que no ven, corazón que no siente.
La sensatez de los noruegos ha sido acogida en parte de los inversores institucionales con cierto cinismo. «Mejor que no entren estos que tienen mucho dinero y nos dejan sin oportunidades a los demás». Las reacciones de alguno de estos jugadores importantes refuerzan la argumentación de los nórdicos. En cualquier caso, no parece que este contratiempo vaya a convertirse en el canario en la mina del capital riesgo. ¿O sí?