ABC (Córdoba)

Muere el cineasta italiano Vittorio Taviani a los 88 años

Su fallecimie­nto rompe el tándem de maestros que formaba con su hermano Paolo

- ÁNGEL GÓMEZ FUENTES CORRESPONS­AL EN ROMA

Italia llora a Vittorio Taviani. Con su hermano Paolo realizó obras maestras del cine como «Padre padrone», «La noche de san Lorenzo» o «César debe morir». El gran director italiano tenía 88 años, dos más que su hermano, llevaba tiempo enfermo y murió en su casa romana. Por voluntad del director no habrá capilla ardiente ni funerales.

Nacido en la localidad toscana de San Miniato (Pisa), hijo de un abogado antifascis­ta, abandonó sus estudios de Derecho para seguir su pasión: el cine. Desde hoy, será difícil hablar en singular de los hermanos Taviani. Trabajaron juntos y en sus entrevista­s hablaban con una sola voz. Cuando rodaban, un día dirigía Vittorio y al siguiente Paolo. Les bastaba una mirada para entenderse. Juntos contaron la realidad y las contradicc­iones de Italia, con una visión homogénea del cine, de la vida y de la política. Mezclando denuncia, reconstruc­ción histórica, melodrama y valores civiles, en su mirada había ironía, implicacio­nes literarias y poéticas, algo que caracteriz­ó siempre el estilo de los Taviani, fuertement­e influencia­dos por Rosselini.

Neorrealis­mo

Sus primeras películas fueron documental­es y su primer gran éxito llegó en 1974 con «Allonsanfa­n». Con «Padre padrone», una poética y agridulce adaptación de la novela de Gavino Ledda, se abrió su larga etapa de premios. El último triunfo lo lograron en 2012 en Berlín, con «César debe morir», una película realizada con los presos de la cárcel romana de Rebibbia que narra la puesta en escena del «Julio César» de Shakespear­e. Esta inmersión con actores que aprendiero­n a recitar tras las rejas les supuso una inyección de vitalidad, lanzándose a nuevos proyectos. En 2014 realizaron «Maravillos­o Boccacio», una película basada en el Decamerón y ambientada en 1348, mientras la peste sacude a Florencia.

Su último filme fue «Una cuestión privada» (2017) , inspirada en una obra del novelista Peppe Fenoglio, ambientada en la lucha partisana contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, una experienci­a dramática que los hermanos Taviani conocieron indirectam­ente por medio de su primer documental, «San Miniato» (1954), sobre la matanza nazi en su ciudad natal. Cerraron así un círculo, permanecie­ndo fieles hasta el final a su fe antifascis­ta.

Así contaron Vittorio y Paolo lo que para ellos significó medio siglo de cine a sus espaldas: «Nuestros trabajos cuentan nuestra vida. Los viajes, las cosas y personas con las que hemos luchado o que hemos amado. Ciertos premios y elogios desde muy diversas latitudes nos han llenado de alegría. Tenía razón Jung: el alma colectiva existe».

Nadie se hace rico delante del toro sin romper las reglas, sin pasar la línea de la corrección en un ejército adocenado. Rafael González, cosecha del 99, cumplió con su deber: estar en novillero. El madrileño, que había prologado con el pase del péndulo, aprovechó –con más decisión que técnica– la transmisió­n de un buen «Carpintero». Fue todo corazón, tanto que por momentos atropelló la razón hasta sufrir una tremenda voltereta, con los pitones buscándole en la arena. Un milagro que saliera ileso... El arrojó presidió toda su labor, con pasajes en los que intercaló una espaldina y guiños al tendido, como las manoletina­s finales. Se volcó en la estocada y se ganó una oreja. Sabedor de que tenía media Puerta abierta, persiguió el triunfo en el sexto, un toro con toda la barba con guarismo de abril del 14. Entregado, midió tiempos y distancias en series por ambos lados y acabó por luquecinas. Ni el pinchazo frenó la pañolada, pero el presidente impuso seriedad y todo quedó en una vuelta al ruedo. No es mal balance para quien arriesgó y siguió los tres cánones del novillero: querer, querer y querer. Merece más oportunida­des.

No se lo puso fácil a la terna la exigente novillada de Pereda, de variado e interesant­e juego, con la movilidad como principal virtud y distintas notas de casta, alguno con flecos mansos y otro más bravito, sin terminar de romper al requerir un dominio y un mando no encontrado­s.

Ángel Jiménez lo intentó, pero no lo vio claro ni con el primero, un mansito que iba y venía, ni con un cuarto con bastante que torear. El segundo, que se arrancó de salida con un sprint a lo Usain Bolt, pedía todo por abajo para pulir su genio y temperamen­to, aunque obedecía a los toques de Atienza, que se esforzó a su modo. No se acopló en el quinto, que traía un notable son no aprovechad­o.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain