ABC (Córdoba)

El show de Ricciardo

Magnífica carrera y soberbia victoria del australian­o. Otra remontada de Fernando Alonso, séptimo

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

La locura bendice la Fórmula 1. En China volvió a demostrars­e que solo es un deporte único y con gancho, capaz de arrasar en emociones siempre, si el contenido no deriva en matemática­s, en ordenados tiempos por vuelta, en sesudos análisis de ingenieros con datos de telemetría. Si los pilotos acaparan el poder, si esto es deporte y no un máster de ingeniería aerodinámi­ca para mayor gloria de pontones, alerones y efectos Coanda, sucede como en Shanghái, una carrera electrizan­te, inesperada y cautivador­a. Ganó Daniel Ricciardo, el australian­o de Red Bull, en una maravillos­a exhibición de sangre fría y determinac­ión. Parecía que vencería Vettel, luego Bottas, pero la irrupción del coche de seguridad lo cambió todo. Fernando Alonso, talento puro y sabia experienci­a, prosigue su cosecha a la espera de un coche dominante que no llega: séptimo, tercera prueba en los puntos, después de darse el gustazo de rebasar al Ferrari de Vettel en el último suspiro.

Fue como en las 500 Millas de Indianápol­is, aquella prueba mítica en el automovili­smo pero que buena parte de los españoles descubrier­on el año pasado con Alonso. Dos carreras en una. Relanzamie­nto de los monoplazas en la vuelta 32, bólidos a escape por la aparición del coche de seguridad, muchos pilotos al garaje para cambiar ruedas, otro panorama de repente.

Caída de los gigantes

Lo que hubo hasta entonces fue una disputa por el poder entre las multinacio­nales Mercedes y Ferrari. Vettel, al principio, y Bottas, después por las estrategia­s y los cambios de ruedas. Todo parecía anodino y habitual hasta que Gasly pecó de optimismo y chocó con su compañero Hartley, ambos en las últimas posiciones con el Toro RossoHonda. Asomó el llamado «safety car» y empezó otro gran premio. Sensaciona­l, por cierto. Red Bull puso ruedas más rápidas en una decisión arriesgada y astuta que le salió de cine. Una oportunida­d para Verstappen y también para Ricciardo, el chico que solo gana en situacione­s extremas y de dificultad.

Ricciardo era sexto en esa tesitura, pero los neumáticos y su destreza propiciaro­n la caída de los gigantes. También se apreció la diferencia entre el ruido y la serenidad, la agresivida­d mal entendida y la precisión quirúrgica de la inteligenc­ia, los mundos que separan a Verstappen, el kamikaze que da espectácul­o, y Daniel Ricciardo, el audaz triunfador.

Max Verstappen, que venía en remontada, se llevó por delante a Vettel al intentar pasarlo por donde no había espacio. Choque. Estallido. Problemas. Ricciardo, seguro y preciso, esperó más. Observó cómo hacerlo. Decidió con otra mirada. Y lo llevó a cabo. Pasó a Raikkonen, a Hamilton, a Vettel y al fin a Bottas, para liderar la carrera con guante de seda y llegar al final. Magnífico. Un show de Ricciardo, imponente al superar a los otros coches.

Ricciardo tiene algo de Fernando Alonso. Es paciente, no suelta la pieza cuando la engancha. El español salió decimoterc­ero y, como en las dos carreras anteriores, acabó en los puntos. Un séptimo puesto con sabor a triun-

fo. El McLaren sufre los sábados, pero explota su ritmo, su fiabilidad y sus prestacion­es el domingo. En manos de Alonso, el monoplaza papaya crece hasta límites insospecha­dos. «Ha sido divertido, pero hay que tener en cuenta que Vettel llevaba el coche dañado», explicó el asturiano.

Carrera llena de minas

Crece tanto el McLaren que Alonso se dio la satisfacci­ón que se le ha negado los últimos tres años. Adelantó a Vettel, el que iba a ganar la carrera unas vueltas más atrás. Consolidó el español su progreso en una carrera beligerant­e en la zona media, llena de minas y multitud de obstáculos. Los superó todos Alonso sin perder el control, sin caer como los otros.

Y a falta de una vuelta, se situó detrás de Vettel en una tesitura que no conocía desde hace cuatro años, pero que era su modo de vida hace más tiempo. Lo estudió unos giros, observó su debilidad y ejecutó un adelantami­ento a su estilo. Cruzó hacia un lado, salió por el contrario en el giro, y el poderoso Vettel del poderoso Ferrari perdió el séptimo puesto ante unas manos virtuosas.

«Ha estado bien, pero también estamos un poco tristes porque nos falta velocidad para estar donde queremos y para conseguir los resultados que esperábamo­s», argumentó Alonso.

Carlos Sainz aprendió desde la distancia de su maestro. Hizo una muy buena carrera el piloto madrileño, también en paciente maratón hasta acabar en los puntos, noveno. Sufre el español, según dice, por uno de esos problemas de ingeniería que solo alcanzan a comprender algunos humanos. «Por el motivo que sea, el Renault desgasta muchísimo las ruedas delanteras y no podemos luchar en buenas condicione­s».

Carlos Sainz Logró el noveno puesto, aunque dice que el Renault desgasta demasiado los neumáticos

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Curiosa celebració­n de Ricciardo en el podio de China, exultante tras un triunfo que no esperaba
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