El show de Ricciardo
Magnífica carrera y soberbia victoria del australiano. Otra remontada de Fernando Alonso, séptimo
La locura bendice la Fórmula 1. En China volvió a demostrarse que solo es un deporte único y con gancho, capaz de arrasar en emociones siempre, si el contenido no deriva en matemáticas, en ordenados tiempos por vuelta, en sesudos análisis de ingenieros con datos de telemetría. Si los pilotos acaparan el poder, si esto es deporte y no un máster de ingeniería aerodinámica para mayor gloria de pontones, alerones y efectos Coanda, sucede como en Shanghái, una carrera electrizante, inesperada y cautivadora. Ganó Daniel Ricciardo, el australiano de Red Bull, en una maravillosa exhibición de sangre fría y determinación. Parecía que vencería Vettel, luego Bottas, pero la irrupción del coche de seguridad lo cambió todo. Fernando Alonso, talento puro y sabia experiencia, prosigue su cosecha a la espera de un coche dominante que no llega: séptimo, tercera prueba en los puntos, después de darse el gustazo de rebasar al Ferrari de Vettel en el último suspiro.
Fue como en las 500 Millas de Indianápolis, aquella prueba mítica en el automovilismo pero que buena parte de los españoles descubrieron el año pasado con Alonso. Dos carreras en una. Relanzamiento de los monoplazas en la vuelta 32, bólidos a escape por la aparición del coche de seguridad, muchos pilotos al garaje para cambiar ruedas, otro panorama de repente.
Caída de los gigantes
Lo que hubo hasta entonces fue una disputa por el poder entre las multinacionales Mercedes y Ferrari. Vettel, al principio, y Bottas, después por las estrategias y los cambios de ruedas. Todo parecía anodino y habitual hasta que Gasly pecó de optimismo y chocó con su compañero Hartley, ambos en las últimas posiciones con el Toro RossoHonda. Asomó el llamado «safety car» y empezó otro gran premio. Sensacional, por cierto. Red Bull puso ruedas más rápidas en una decisión arriesgada y astuta que le salió de cine. Una oportunidad para Verstappen y también para Ricciardo, el chico que solo gana en situaciones extremas y de dificultad.
Ricciardo era sexto en esa tesitura, pero los neumáticos y su destreza propiciaron la caída de los gigantes. También se apreció la diferencia entre el ruido y la serenidad, la agresividad mal entendida y la precisión quirúrgica de la inteligencia, los mundos que separan a Verstappen, el kamikaze que da espectáculo, y Daniel Ricciardo, el audaz triunfador.
Max Verstappen, que venía en remontada, se llevó por delante a Vettel al intentar pasarlo por donde no había espacio. Choque. Estallido. Problemas. Ricciardo, seguro y preciso, esperó más. Observó cómo hacerlo. Decidió con otra mirada. Y lo llevó a cabo. Pasó a Raikkonen, a Hamilton, a Vettel y al fin a Bottas, para liderar la carrera con guante de seda y llegar al final. Magnífico. Un show de Ricciardo, imponente al superar a los otros coches.
Ricciardo tiene algo de Fernando Alonso. Es paciente, no suelta la pieza cuando la engancha. El español salió decimotercero y, como en las dos carreras anteriores, acabó en los puntos. Un séptimo puesto con sabor a triun-
fo. El McLaren sufre los sábados, pero explota su ritmo, su fiabilidad y sus prestaciones el domingo. En manos de Alonso, el monoplaza papaya crece hasta límites insospechados. «Ha sido divertido, pero hay que tener en cuenta que Vettel llevaba el coche dañado», explicó el asturiano.
Carrera llena de minas
Crece tanto el McLaren que Alonso se dio la satisfacción que se le ha negado los últimos tres años. Adelantó a Vettel, el que iba a ganar la carrera unas vueltas más atrás. Consolidó el español su progreso en una carrera beligerante en la zona media, llena de minas y multitud de obstáculos. Los superó todos Alonso sin perder el control, sin caer como los otros.
Y a falta de una vuelta, se situó detrás de Vettel en una tesitura que no conocía desde hace cuatro años, pero que era su modo de vida hace más tiempo. Lo estudió unos giros, observó su debilidad y ejecutó un adelantamiento a su estilo. Cruzó hacia un lado, salió por el contrario en el giro, y el poderoso Vettel del poderoso Ferrari perdió el séptimo puesto ante unas manos virtuosas.
«Ha estado bien, pero también estamos un poco tristes porque nos falta velocidad para estar donde queremos y para conseguir los resultados que esperábamos», argumentó Alonso.
Carlos Sainz aprendió desde la distancia de su maestro. Hizo una muy buena carrera el piloto madrileño, también en paciente maratón hasta acabar en los puntos, noveno. Sufre el español, según dice, por uno de esos problemas de ingeniería que solo alcanzan a comprender algunos humanos. «Por el motivo que sea, el Renault desgasta muchísimo las ruedas delanteras y no podemos luchar en buenas condiciones».
Carlos Sainz Logró el noveno puesto, aunque dice que el Renault desgasta demasiado los neumáticos