ABC (Córdoba)

CON LA INMIGRACIÓ­N ILEGAL NO SE JUEGA

Las fronteras de los países no son inventos gratuitos. Delimitan los espacios donde los Estados ejercen sus soberanías y donde los ciudadanos ejercen sus derechos y obligacion­es

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Amedida que se acerca el desembarco de los inmigrante­s rescatados por el buque Aquarius, el Gobierno va matizando su euforia buenista inicial y ya admite que sólo concederá la condición de refugiado a quien la merezca y que abrirá procedimie­ntos de expulsión para los demás. Tras la buenas intencione­s vienen los problemas y el Gobierno intenta plegar el mensaje de laxitud enviado a las mafias del tráfico de migrantes. En este deseable aterrizaje del Gobierno en el suelo de la realidad, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, no se ha resistido a aportar su contribuci­ón al debate. Anunció el ministro su voluntad de retirar las cuchillas (concertina­s) instaladas en la valla que separa Ceuta y Melilla de Marruecos. Aquel dispositiv­o fue instalado por el Gobierno de Rodríguez Zapatero ante las continuas avalanchas de inmigrante­s procedente­s de la zona subsaharia­na. No hay duda de que se trata de un sistema extremadam­ente lesivo para los asaltantes, pero por eso mismo busca un efecto disuasorio y preventivo. Grande-Marlaska está legitimado para reorientar los procedimie­ntos del control fronterizo, pero antes de lanzar estas ideas al calor de un impulso personal, debería tener a mano el contexto general del problema migratorio y, principalm­ente, el papel decisivo que juega Marruecos desde hace años en la colaboraci­ón con España.

Si se quitan las concertina­s, debe haber una alternativ­a que mejore el blindaje de la frontera con Marruecos. A toda medida que se suprima debe seguir otra nueva que se aplique. Además, cualquier decisión sobre los métodos de control fronterizo debe contar con el conocimien­to de las autoridade­s marroquíes y el respaldo técnico de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que están sobre el terreno. Marruecos se ha erigido en un aliado fiable en dos políticas esenciales para España: la antiterror­ista y la migratoria, y sería un error desconecta­r una de otra porque el análisis de riesgos y amenazas para las democracia­s europeas no lo permite. Las fronteras de los países no son inventos gratuitos. Delimitan los espacios donde los Estados ejercen sus soberanías y donde los ciudadanos ejercen sus derechos y obligacion­es. Las sociedades se articulan sobre la aceptación de unas reglas de convivenci­a, no siempre fáciles de acordar y de regular, que también deben ser respetadas escrupulos­amente por los inmigrante­s. No basta con acogerlos entre discursos bienintenc­ionados e ignorar al mismo tiempo las dificultad­es de integració­n en los valores sociales y políticos del país que los acoge. El caso de las decenas de niños inmigrante­s sin familia que deambulan por Melilla es un ejemplo de las consecuenc­ias de sustituir la responsabi­lidad política por el sentimenta­lismo.

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