ABC (Córdoba)

Que Cristo cobije a Fandiño

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Muere el torero, vive España, tuvimos un aviso el año anterior a esta primer aniversari­o de su muerte, épica, que abrocha una vida heroica muchos impactados todos lo achacamos a la inexperien­cia o inmadurez de la chavalería y al ímpetu desenfrena­do del púber el desenlace sin piedad de Víctor Barrio, otro consagrado a los nombres dorados del toreo, por lo que pensamos que esto era tremendo pero a pesar de la inestimabl­e ayuda del capotazo con que nos dan aire los antitaurin­os, que atinaba con garbo Wilde (18541900) que «aquello de lo que no se habla es como si existiese». Los que amamos la torería andamos divididos y tímidos, por lo que mirémonos dentro y olvidemos sólo hoy las alimañas, ya que se torea a favor y en contra, para defenderse de las embestidas de los envidiosos, amargados, los cucharas, que ni pinchan ni cortan, y quieren llevarse lo que son capaces de merecer, porque he notado a muchos «aficionado­s» con un lánguido telegrama de compromiso, un penoso comentario y un fingido puchero de cortesía, porque tocaba, y señores esto duele más. La pena, lamentable­mente, no es la de la «Negra cabeza, negra pena», de Rafael Morales (1919-2005), es la de un torero que levantaba el alma cuando ponía un muslo en un pitón y la mano contraria con los avíos a una cuarta del otro, es de un figura que puso boca abajo la Catedral del toreo, Madrid, no por el capricho que se dan cada año los titis y las manolas de descubrir y encumbrar a un zagalillo que les cae en gracia, me han contado que los expresione­s demudadas en la plaza, con el rostro pálido espolvorea­do por la plaza era una sensación que queda, una congoja que chista, un cuchillo carnívoro, un clamor. Había venido para resucitar la Fiesta Nacional, y lo hizo, bien que lo hizo, el torero que rezumaba hombría, cabalidad y coraje, no solo puede resucitar la lidia, sino también el flamenco, como hiciera asimismo el toreo con Miguel Poveda o Camarón y Curro Romero. Es un milagro que se vista de luces un chiquillo de los 80. ANTONIO FERNÁNDEZ CÓRDOBA

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