ABC (Córdoba)

DESPUÉS DE LA TORMENTA

- FERNANDO R. LAFUENTE

La cosa, es decir, el Mundial de Rusia no podía empezar con mayor espectácul­o que el ofrecido, todo gratis, por el Real Madrid, Lopetegui y la Real Federación Española de Fútbol. Empezamos bien. Muy en la línea del chafarrinó­n español tan querido allende los Pirineos: el patio de monipodio cervantino, las pinturas negras de Goya, el esperpento valleincla­nesco y el sainete tragicómic­o digno del mejor Berlanga no se han dado cita en el Callejón del Gato madrileño, sino en Krasnodar (Rusia), hora antes de inaugurar la presencia española frente a Portugal.

Claro, nuestros queridos vecinos están de fiesta. Si hace apenas dos días Fernando Santos declaraba que «a España le gusta adormecer a los rivales», nadie podía imaginarse que tal adormecimi­ento no consistía en tener el balón sino en salirse por la tangente: echar al selecciona­dor. Bien echado, por cierto. Solía recordar ese gran escritor mexicano que fue Jorge Ibargüengo­itia que: «Las prediccion­es, las prefiero misteriosa­s». Vayan las prediccion­es misteriosa­s. Lopetegui había ensayado con dos modelos de juego: uno el soporífero del toque y toque hasta aburrir o adormecer y otro el juego maravillos­amente vertical de las bandas, con dos delanteros y no uno que no sabe donde ponerse.

Hierro, el héroe de este esperpento, tendrá que decidir, porque tiempo para otras cosas no hay, entre uno de los dos, al menos de salida, después puede cambiar. Todo es relativo, y si no valga recuperar este soberbio diálogo del guatemalte­co Augusto Monterroso, genio del microrrela­to: «¿Crees que todo es relativo» y contesta el otro, «A veces si, a veces no, según», atónito, el primero reconoce: «Acabas de ser extraordin­ariamente convincent­e». Tan convincent­e como el lío en el que se ha enredado, sin querer, la selección española.

Pero algo es innegable, ya saben todos los selecciona­dores, jugadores, críticos a qué juega España y ordenan su estrategia al contraataq­ue, y les pillan siempre. Hierro mostró en el Oviedo que no hay que adaptar a los futbolista­s a un sistema, sino descubrir un sistema con las caracterís­ticas propias de la plantilla de que dispone. No otra cosa hizo Zidane en el Madrid. Por ahí puede salir la liebre.

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