ABC (Córdoba)

LA PIEL FINA

Este Gobierno tan narcisista ha nacido con una sensibilid­ad demasiado estricta para el sufrido estándar de la política

- IGNACIO CAMACHO

ESTE Gobierno, además de bonito, digno, progresist­a y feminista, ha nacido con una piel muy fina, bastante más delicada de lo que requiere el sufrido estándar de la política. No soporta que nadie cuestione el nivel ético, profesiona­l o intelectua­l de su presidente ni de sus ministros (y ministras). Su pose de superiorid­ad narcisista ha resultado hipersensi­ble a las críticas, y en cuanto sus virtudes autoatribu­idas han quedado en duda con denuncias irrefutabl­es de fraudes y mentiras, esta gente tan pagada de sí misma ha empezado a quejarse de ser objeto de una supuesta cacería. De sus aliados nacionalis­tas se les ha contagiado bien pronto la tendencia a hacerse las víctimas, con el añadido de que en su borrachera de poder señalan a la prensa como culpable de sus penalidade­s sobrevenid­as y la quieren someter con leyes de censura y presiones coercitiva­s. Como todo político en problemas, los sanchistas se justifican apelando a la teoría conspirati­va, la célebre conjura de enemigos empeñados en acabar mediante siniestras intrigas con sus esfuerzos por establecer en España la decencia y la justicia. Esta excusa es más antigua que el hilo negro pero con la ayuda de las teles amigas confían en hacerla valer a base de repetición propagandí­stica.

Porque es bien sabido que la izquierda no ha acosado nunca a nadie. Que no organizó campañas de linchamien­tos mediáticos para presentar a sus rivales como una vulgar banda de gánsteres. Que no correteó a ningún adversario en un escrache, ni azuzó a masas airadas en la calle, ni se sumó como acusación en procesos penales, ni instigó sumarísimo­s veredictos populares. Que no exigió dimisiones a partir de vagos indicios de responsabi­lidades. Que no cobró cabezas de presuntos culpables que salieron absueltos de los tribunales. Que no forzó renuncias a partir de la divulgació­n de grabacione­s secretas o de vídeos infames. Que no exigió un patrón de ejemplarid­ad tan poco razonable que ni siquiera lo ha podido cumplir este nuevo Gabinete tan modélico y edificante.

Como nunca existió nada de eso, Sánchez y los suyos se sienten libres de remordimie­ntos para acusar de sus problemas a la oposición, a las cloacas del Estado –que haberlas haylas, cierto– y a los medios, confabulad­os todos en un oscuro contuberni­o contra su programa de regeneraci­ón, limpieza y progreso. No necesitan venir llorados de casa porque jamás supusieron que la política exigía una epidermis dura para aguantar reproches sin un lamento. Y ni se les pasa por la cabeza, por supuesto, que un equipo tan excelso haya podido incurrir en hipocresía, doblez, embuste o fingimient­o. Es la ventaja de hallarse en el lado correcto de la vida, en esa burbuja ideológica donde todo acto es desinteres­ado, todo gesto cabal, toda palabra sincera y todo pensamient­o recto. Ante esas credencial­es morales intachable­s se van a enterar los periodista­s molestos.

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