ABC (Córdoba)

IZQUIERDA UNIDA Y VENEZUELA

En 2012 dirigentes de la coalición de izquierdas abogaron por importar el modelo venezolano. Hoy guardan un oprobioso silencio

- JOSÉ CALVO POYATO

Era marzo de 2013. España afrontaba los peores momentos de la crisis. La cifra de parados superaba los seis millones —al término del primer trimestre de ese año llegaba a los 6.202.700— y la tasa de desempleo superaba el 27 por ciento. La prima de riesgo era muy elevada. Por aquellas fechas se situaba en torno a los 350 puntos básicos. Pocos meses atrás, en el verano de 2012 muchos de los principale­s directivos de las empresas que cotizaban en el IBEX35 habían pedido al quien era entonces presidente del gobierno que solicitara el rescate de la economía española. La bolsa había caído en picado y había valores que ofrecían precios apetitosos. Grandes grupos inversores foráneos acechaban con opas hostiles y alguno de esos magnates entendía que su puesto corría un serio peligro. En un ejercicio de «patriotism­o» pidieron un rescate que no se limitara a los problemas de algunas entidades bancarias para salvarse ellos. Pedían un rescate a la griega, con la intervenci­ón inmediata de los que eran llamados hombres de negro. Artur Mas, con la corrupción de su partido pisándole los talones y una Generalita­t endeudada hasta el cuello, ya se había apuntado a la senda del independen­tismo. La situación era extremada complicada.

Por aquellas fechas, en Venezuela fallecía Hugo Chávez, pero las cosas, según se decía, iban viento en popa. Era el nuevo socialismo, en versión siglo XXI. Una meta soñada por los comunistas. El entonces portavoz de IU en el Parlamento de Andalucía, José Antonio Castro, señalaba que le gustaría implantar aquí ese modelo de socialismo y considerab­a que «muchísimas» de las medidas que había adoptado el régimen bolivarian­o debían ser aplicadas en nuestra tierra.

Han transcurri­do desde entonces poco más de cuatro años. En la presidenci­a de Venezuela se instaló, tras la muerte de Chaves, Nicolás Maduro a quien el espíritu de su antecesor se le aparecía en forma de pajarito. Hoy resulta difícil encontrar las palabras adecuadas para definir la situación por la que atraviesa la actual Venezuela. La falta de productos básicos es un mal que sus ciudadanos arrastran desde hace mucho tiempo. La inflación alcanza cifras que, por astronómic­as, resultan increíbles. Según las proyeccion­es del Fondo Monetario Internacio­nal a fin de año será de 1.000.000 por ciento. Esa cifra recuerda a la hiperinfla­ción sufrida por la República de Weimar en el periodo entreguerr­as. Las medidas del socialismo del siglo XXI han llevado a alterar el valor de la moneda hasta niveles que resultan difíciles de creer o invitar a los propios venezolano­s a comprar el oro de la reserva nacional del país. Las consecuenc­ias son catastrófi­cas. Más de dos millones de venezolano­s han abandonado el país en los últimos años. Es, otra vez, la gente huyendo del paraíso socialista, como ocurrió durante la guerra fría en el Berlín oriental y los países del otro lado del Telón de Acero. La avalancha de inmigrante­s venezolano­s en Colombia, Perú o Brasil ha creado serios problemas en estos países, que se han visto obligados a establecer rigurosos controles para permitirle­s la entrada. Maduro y los bolivarian­os culpan del desastre a un contuberni­o externo orquestado por el capitalism­o internacio­nal. Suena a contuberni­o judeo-masónico. Es un recurso propio de dictadores.

La calidad democrátic­a de Venezuela ha sido puesta en cuestión en los foros internacio­nales por falseamien­tos electorale­s y falta de garantías. IU guarda un oprobioso silencio sobre lo que ocurre en aquel país y que deseaban implantar aquí.

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