ABC (Córdoba)

Joan Didion

La falacia del sueño americano, en los cuadernos inéditos de Hace casi 50 años, la autora predijo el desastre que se cernía sobre EE.UU. y que acabó con Trump en la Casa Blanca

- INÉS MARTÍN RODRIGO MADRID «Sur y Oeste»

Joan Didion (Sacramento, California, 1934) nunca ha sido capaz de escribir un diario. Lo reconoció en su famoso ensayo «Sobre tener un cuaderno de notas» (1966), recogido en la antología «Los que sueñan el sueño dorado» (Literatura Random House). En esas mismas páginas, confiesa que cada vez que ha intentado registrar «como Dios manda» la rutina del día a día, le ha sobrevenid­o «tal aburrimien­to que los resultados son en el mejor de los casos misterioso­s». En cambio, siempre ha tenido un cuaderno de notas, desde aquel primer bloc Big Five que le regaló su madre, acompañado del «sensato consejo de que dejara de quejarme de todo y aprendiera a divertirme apuntando mis pensamient­os». A veces, a lo largo de los años, ha intentado engañarse a sí misma fingiendo que lo que en ellos anota trata de los demás. «Pero, por supuesto, no es así. “Recuerda cómo te sentías por entonces”, de eso se trata siempre». También ahora, que han visto la luz, en forma de libro, dos cuadernos inéditos, guardados durante casi 50 años en el baúl de los recuerdos de Joan Didion.

«Sur y Oeste» (Literatura Random House), que el próximo 10 de octubre llegará a las librerías españolas, recoge dos visiones opuestas de un mismo país, el suyo propio. Dos latitudes, separadas por miles de kilómetros de distancia física y un abismo emocional que ha llegado a fragmentar Estados Unidos. La primera parte, «Apuntes sobre el sur», recoge las notas que la autora tomó, en el verano de 1970, durante un viaje que la llevó, junto con su marido, John Gregory Dunne, de Nueva Orleans (Luisiana) a Oxford (Misisipi), con paradas en todos los lugares susceptibl­es de despertar interés en el matrimonio. En la segunda, «Apuntes california­nos», ahonda en su pasado familiar, hasta llegar a replantear­se su propia visión sobre la dorada costa Oeste.

Oponiendo uno y otro relato`, uno acierta a entender la actual situación, política y social, que vive Estados Unidos. No es casualidad, por tanto, que Didion haya decidido dar un paso al frente y publicar este libro. A través de esos apuntes supo ver, con 47 años de adelanto, la catástrofe que la América más profunda (la real, al cabo) incubaba en su interior y que terminó con Trump instalado en la Casa Blanca.

Origen

El origen de ambos cuadernos fue periodísti­co. Pero la vida, como siempre, se fue imponiendo. El viaje al Sur respondía a un encargo de los editores de la revista «Life», que pidieron a Didion que escribiera un ensayo sobre «The Mind of The White South» (La mente del sur blanco). Sin embargo, como reconoce en el libro, su verdadera motivación era una «vaga e informe sensación», que la invadía de vez en cuando, de que «durante unos años el Sur había representa­do para América lo que la gente seguía diciendo que era California, y lo que a mí me parecía que California ya no era: el futuro». Y, sin embargo, lo que allí se encontró nada tenía que ver con eso. Didion se dio de bruces contra el pasado, detenido en un presente perpetuo. Todos los trucos periodísti­cos que dominaba resultaron «inútiles» y se pasó «todo el mes bajo el agua». Al atravesar la Costa del Golfo, al relacionar­se con su gente, al dormir en sus moteles, al bañarse en sus piscinas, descubrió la América real: rural, patriarcal, evangélica y blanca. Cada noche, se sentaba frente a su máquina de escribir Royal KMM, que siempre llevaba cuando viajaba, y pasaba sus notas.

Una mujer muere tras estrellar su coche contra un árbol en la Avenida Saint Charles de Nueva Orleans y nadie parece inmutarse. «Es lo que hay», se limita a decir una anciana, ante la mirada atónita de Didion. Al fin y al cabo, «toda la gente de la calle se mueve como si estuviera suspendida en una emulsión precaria, y parece que entre los vivos y los muertos solo haya una distinción técnica». «El aire va cargado de sexo y muerte»; «los plátanos se pudrían y albergaban

Radiotelev­isión pública confiesa: «Nunca he estado en ningún sitio al que quisiera ir». En Laurel (Misisipi), 29.000 habitantes: «Una mujer negra sentada en su porche, en un asiento trasero de coche». Tres hombres cuentan, durante una cena en Birmingham (Alabama), «con estridente buen humor», que cuando sus esposas están fuera se dedican a «ver las películas X esas». La distancia entre su casa de Malibú y un cine de Meridian (Misisipi) le parece «infinita»: «¿Cómo había llegado yo de un sitio a otro? Esa era, como siempre, la pregunta». Didion en estado puro: detalles fragmentad­os, reflexione­s aparenteme­nte desperdiga­das al azar, observacio­nes inocuas cargadas de sentido. El ojo periodísti­co, revestido de literatura.

Viaje al pasado

Ese permanente viaje al pasado la lleva a la primera vez que estuvo en el Sur, a finales de 1942. Su padre estaba destinado en Durham (Carolina del Norte) y cogió, con su madre y su hermano, varios trenes «lentos y abarrotado­s» para reunirse con él. Muchos años después, comprueba que «en el Sur uno es consciente de los trenes. Es otra época de verdad». Y se queda varada en ese «túnel del tiempo: la guerra de Secesión fue ayer, pero se hablaba de 1960 como si hubiera sido hacía tresciento­s años». El tren de su pensamient­o avanza y llega a la conclusión de que si ella hubiera vivido allí, habría sido «una persona excéntrica y llena de rabia». Pero, ¿qué forma habría adoptado esa rabia? «¿Acaso me habría sumado a alguna causa, o simplement­e habría apuñalado a alguien?». Después de un mes tarareando «Leaving on a Jet Plane», de Peter, Paul and Mary, Didion y su marido pasaron una noche sin hablarse en un motel del aeropuerto tras «un absurdo desacuerdo en la carretera». A la mañana siguiente, cogieron el vuelo de las 9:15 a San Francisco. Nunca escribió el reportaje. Precisamen­te, a la ciudad del Golden Gate llegó, seis años después, para cubrir el juicio de Patty Hearst. Aquello le «obligó a examinar sus ideas sobre California», que quedaron plasmadas en las notas que conforman los «Apuntes» de este libro. Se enredó «bastante» en «esclarecer» sus «sentimient­o encontrado­s» y llegó a la conclusión de que «en el Oeste no creemos que nada de lo que hacemos pueda bañar la tierra de sangre, ni cambiarla, ni afectarla». Tampoco escribió el prometido reportaje sobre Patty Hearst. Lleva toda su vida «buscando la historia», y «aún» no la ha encontrado.

 ??  ?? tarántulas»; «los niños cogían fiebre y se morían»; «las cortinas crían moho»; «la madera se deforma»; «a las paredes les salen manchas»; «las ventanas se oxidan» y «los aires acondicion­ados dejan de funcionar». Todo en el Golfo «parecía irse al carajo» y su «devastació­n» tenía «un aire de inevitabil­idad». Una mujer, en un «Almuerzo para Señoras», en una Convención de la La escritora estadounid­ense, en una imagen reciente
tarántulas»; «los niños cogían fiebre y se morían»; «las cortinas crían moho»; «la madera se deforma»; «a las paredes les salen manchas»; «las ventanas se oxidan» y «los aires acondicion­ados dejan de funcionar». Todo en el Golfo «parecía irse al carajo» y su «devastació­n» tenía «un aire de inevitabil­idad». Una mujer, en un «Almuerzo para Señoras», en una Convención de la La escritora estadounid­ense, en una imagen reciente
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Joan Didion. Literatura Random House. Traducción: Javier Calvo. 176 páginas. 14,90 €. A la venta: 11 de octubre
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ABC Bajo estas líneas, Joan Didion, con su marido y su hija, en su casa de Malibú

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