AQUEL DISCURSO POR ESPAÑA
El discurso del 3-O es hoy necesario para recordar que en Cataluña la libertad y la democracia continúan amenazadas
SIENDO inminente el aniversario del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, lo realmente memorable en aquellas fechas fue el discurso de Felipe VI, el día 3, cuando las instituciones del Estado parecían dudar de la respuesta que debían recibir los golpistas del separatismo catalán. El independentismo ha impuesto su agenda política en Cataluña, incluso en la acción del Gobierno, reconvertido en un altavoz sumiso de reivindicaciones nacionalistas. Pedro Sánchez exhibe de nuevo su temeridad y falta de preparación al citar el caso de Quebec como ejemplo para Cataluña, desconociendo las insuperables diferencias entre los órdenes constitucionales de Canadá y España. Cada semana, un ministro hace de vocero nacionalista para entrometerse en la independencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo y pedir la excarcelación de unos golpistas que han manifestado que volverían a hacer lo mismo, que tienen infraestructura para huir y que se enfrentan a delitos con penas muy graves. Y por si fuera poco, la delegada del Gobierno en Cataluña tranquiliza a las huestes separatistas deslizando que, en el peor de los casos, debe haber indulto para los golpistas condenados.
Lo que no puede admitir la sociedad española es que también el recuerdo del discurso del Rey quede velado por esta nueva dilución del PSOE en la trampa nacionalista. Las palabras del Rey impusieron un punto final al fatalismo que atenazaba a las instituciones del Estado y, sobre todo, demostraron a los ciudadanos que la regeneración constitucional no consistía en renunciar a la Carta Magna, sino en aplicarla. Don Felipe sacó a España de un letargo que hacía que el Gobierno siempre fuera por detrás de los acontecimientos. «Ante la situación de extrema gravedad en Cataluña es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional y el normal funcionamiento de las instituciones», dijo Su Majestad el Rey, conminando desde su función arbitral y moderadora a una actuación inmediata para frenar el golpe contra el Estado. Como Jefe del Estado y, por mandato constitucional, Don Felipe rindió un servicio histórico a España, a cuya altura no está el actual Gobierno del PSOE, porque continúa el golpe de Estado, con otro letra y otra música, pero con el mismo objetivo.
Mientras Pedro Sánchez dice en la ONU que no están los tiempos para mensajes nacionalistas, su acción política en España premia a los separatistas, pone en venta la Constitución con un referéndum para aprobar normas estatutarias inconstitucionales, propicia la expansión del nacionalismo pancatalanista y ataca la independencia del Tribunal Supremo. El discurso del 3-O es hoy necesario para recordar que en Cataluña se sigue librando una lucha por la libertad y la democracia. Por eso, el discurso del Rey no debe conducir a la nostalgia, sino a la esperanza: si ponen a prueba a España, pierden.