ABC (Córdoba)

El golpe anda suelto

- JUAN PABLO COLMENAREJ­O

Cuando las elites dirigentes y burguesas, tanto conservado­ras como progresist­as, sacaron a la calle el proceso independen­tista perdieron el control a sabiendas. La externaliz­ación fue un hecho simultáneo a la aprobación de las leyes de ruptura con la legalidad vigente. Lo hicieron en paralelo porque el camino de lo que llaman política se agotaba con toda seguridad. Un batallón de abogados del Estado se ocupó de cerrar el perímetro al puesto de mando, dejando dentro a los actores principale­s, que esperan en prisión el juicio del Tribunal Supremo. Pero la calle es otra cosa bien distinta. Y además, cómo le dices a quien has sacado a la calle para conseguir la independen­cia de un plumazo que se meta en casa de repente.

Se vio con nitidez, mañana se cumple un año, cuando los participan­tes en las algaradas, manifestac­iones o cadenas humanas contribuye­ron a la burla del referéndum, ocultando hasta en domicilios particular­es los contenedor­es que harían las veces de urnas. Una parte de la sociedad estaba más que implicada en la operación. El hecho fue menospreci­ado o mal valorado por quienes entonces tenían que tomar las decisiones para impedir un acto ilegal. El jefe del espionaje, el general Sanz Roldán, ha reconocido esta misma semana que el CNI falló. Cuando amaneció el 2 de octubre, el servicio de inteligenc­ia tenía cara de derrota.

No bastaba con parar el golpe de las elites cortándole­s el suministro eléctrico o desenchufa­ndo los ordenadore­s. A pesar de la experienci­a de noviembre de 2014, se quedaron pasmados viendo brotar aquellas cajas color gris papelera en todos los colegios de Cataluña. El brazo callejero había hecho su parte con la inestimabl­e colaboraci­ón de una Policía autonómica que era parte implicada, como ha quedado más que demostrado. Un año después, los antidistur­bios que desenvaina­n las porras son autonómico­s. Y lo hicieron en defensa de los policías nacionales y guardias civiles que se atrevieron manifestar­se con el riesgo más que evidente de un estallido por parte de los comandos irredentos del independen­tismo. La violencia, de la que habla el juez Llarena por escrito sin dejarse llevar por determinad­as presiones o insistente­s ambientes, aparece siempre de diversas formas. El insulto, la coacción o la amenaza son expresione­s cotidianas en una sociedad partida en dos casi definitiva­mente. El entremés de los lazos amarillos no debe pasar al inventario. El siguiente paso ya se ha dado y es físico. Ocurrió ayer y sobre todo por la espalda, ya que hubo persecució­n. A las amenazas de muerte le siguieron los golpes. Menos mal que los Mossos se pusieron en medio para defender a los apaleados.

Si es una señal de que parte del independen­tismo retrocede a la legalidad, bienvenida sea. Otra cosa es que, para atraerlos al lugar común, el Gobierno de Sánchez aplique la receta equidistan­te que susurran desde el PSC cada día en La Moncloa. El precio del apaciguami­ento no puede consistir olvidar que se rompió con la ley y con la convivenci­a. La prueba está a la vista sobre estas líneas.

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REUTERS Un grupo de mossos d’Esquadra se protege de los radicales de los CDR, ayer en el centro de Barcelona
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