ABC (Córdoba)

CUANDO NO ERA NO

Se queja de obstruccio­nismo quien tuvo a España diez meses sin Gobierno

- LUIS VENTOSO

Aveces la estrategia de los gobernante­s roza lo taimado, porque las refriegas partidaria­s son un tanque de pirañas y no se sobrevive con la ingenuidad del Cándido de Voltaire. Pero hay dos cosas que un mandatario no puede permitirse jamás, o que no deben ser aceptadas en una democracia. La primera es mentir al pueblo. La segunda es tomarlo directamen­te por imbécil. Pues bien, Sánchez y sus ministros hacen doblete: faltan a la verdad con una reiteració­n y desparpajo inéditos e insultan la inteligenc­ia de los ciudadanos casi a diario.

El último ejemplo de que el Gobierno toma a los españoles por una recua de acémilas es su intento de sofocar los fuegos de Sánchez denunciand­o un «acoso» al presidente. Las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros están cobrando un sesgo tragicómic­o. Acabarán abriendo los cines los viernes por las mañanas para que podamos disfrutar del espectácul­o de Celaá en pantalla grande, con un tanque de palomitas y una coca-cola. Anteayer no defraudó. Con el rostro transido de una madonna afligida, inició su comparecen­cia con una regañina inadmisibl­e a los medios y a la oposición. Alertó sobre una «cacería» contra el Gobierno digno, feminista, exhumador y de progreso; y repitió lo que ya había dicho la vicepresid­enta Calvo: la prensa debe ser controlada para proteger a nuestro líder carismátic­o. En cuanto a la oposición, acusó a PP y Ciudadanos de impulsar «una campaña de acoso al Gobierno incompatib­le con la democracia».

Ante unas declaracio­nes así, caben dos alternativ­as: regalarle a Celaá una caja de «Memorín Complex», o recordarle lo que ha pasado en los últimos tres años. El resumen es sencillo: el país estuvo diez meses sin Gobierno debido al bloqueo de un narcisista, que había perdido las elecciones por goleada –90 escaños frente a los 123 del ganador–, pero que tenía un ego tan hipertrofi­ado que se empeñó en que le tocaba gobernar a él. Tan peregrina idea fue apoyada por el oportunist­a Rivera, que en febrero de 2016 cerró un acuerdo de investidur­a para hacer presidente al mismo Sánchez que hoy pone a parir. Pero aquello no salió. Al final, debido al odio obsesivo de Sánchez hacia el PP, resumido en su machacón ¡no es no, señor Rajoy!, hubo que repetir elecciones en junio de 2016. Rajoy sumó 14 escaños más, porque los españoles estaban enojados con el cerril bloqueo de Sánchez, y el PSOE perdió cinco, quedándose en sus magros 85 diputados. ¿Cacerías? Pese a tan definitiva toña, Sánchez no se apeó de la burra. Simplement­e retocó su axioma: «No sigue siendo no, señor Rajoy». La gobernabil­idad de España solo se desbloqueó porque González y Susana Díaz tuvieron un gesto de patriotism­o elemental y sacaron a Sánchez con fórceps de Ferraz, temerosos de que acabase pactando con los golpistas catalanes (como así ha sido).

El político que durante 314 días hizo a España rehén de su ego, el que insultaba a su oponente llamándolo «deshonesto», acusa ahora a medios y oposición de saña intolerabl­e. El registrado­r más famoso de Santa Pola debe estar echándose unas buenas risas...

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