ABC (Córdoba)

El comercio encona la rivalidad política y militar

Ambas potencias tienen frentes abiertos en el Mar del Sur de China y Siria

- PABLO M. DÍEZ CORRESPONS­AL EN PEKÍN

En este siglo XXI de la globalizac­ión y el libre comercio, China ha relevado a Rusia en la Guerra Fría con EE.UU. por la hegemonía mundial. Y las aduanas han sustituido a los misiles.

Mientras el presidente Trump disparaba esta semana su última andanada de aranceles sobre importacio­nes chinas , el régimen de Pekín celebraba una gran exposición internacio­nal sobre la Ruta de la Seda. «Solo la apertura trae el avance. China seguirá en este camino hacia el multilater­alismo», proclamaba en la inauguraci­ón la viceprimer­a ministra, Sun Chulan, ante decenas de mandatario­s extranjero­s en el palacio de congresos de Dunhuang, parada de la Ruta de la Seda en medio del desierto en Gansú.

Hace cinco años, el presidente chino, Xi Jinping, lanzaba un ambicioso proyecto para revivir esta primera «autopista de la globalizac­ión», bautizado como «Una franja, una ruta», que ha extendido el «poder blando» de Pekín por todo el mundo. Tanto estas Nuevas Rutas de la Seda como el plan «Made in China 2025», que persigue liderar a nivel mundial las industrias más punteras, asustan en EE.UU., donde Trump sigue usando el discurso contra Pekín como ya hiciera para ganar las elecciones.

Aunque Trump lleva razón al criticar el doble rasero de China, que aboga por el libre comercio mientras tiene cerrados importante­s sectores de su economía, su agresivida­d negociador­a ha desatado una guerra comercial total con aranceles cruzados que amenaza con provocar otra crisis global. A las difíciles relaciones entre ambas potencias, que tienen frentes abiertos en el Mar del Sur de China y Siria, se suman el comercio y las sanciones de la Casa Blanca contra Rusia, que han salpicado a Pekín.

Junto a Moscú, el Pentágono ha incluido a China como uno de sus rivales para «apropiarse o reemplazar el orden libre y abierto que ha permitido la seguridad global y la prosperida­d desde la II Guerra Mundial». Según informa Bloomberg, así lo dejó claro el secretario de Estado, Mike Pompeo, cuando acudió en julio a un foro de seguridad en Singapur para criticar la «dependenci­a estratégic­a» que practica el autoritari­o régimen de Pekín con sus socios.

Con la Casa Blanca intentando frenar el auge de China, no parece probable que la guerra comercial se suavice hasta las elecciones legislativ­as de noviembre en EE.UU., auténtico examen para Trump a mitad de su mandato. «Yo llamaría a la actual situación “conflictos comerciale­s” (…), pero es posible que el intercambi­o de aranceles escale a una guerra comercial plena y duradera. En ese caso, ambos países perderán. Y China probableme­nte perderá más dada la fuerza relativa de las dos economías», analiza para ABC Xu Bin, profesor de Finanzas de la Escuela de Negocios CEIBS de Shanghái.

Aunque algunos expertos calculan que los aranceles de EE.UU. pueden recortar hasta medio punto porcentual el crecimient­o de la economía china, que está en torno al 6,6%, el profesor Xu duda de esta cifra. «Para tener una estimación, hay que considerar el efecto directo de la guerra comercial y los potenciale­s ajustes de las políticas gubernamen­tales y estrategia­s empresaria­les».

Pearl Harbor

Con el yuan debilitado por esta guerra comercial, Xu Bin calcula que «puede depreciars­e con respecto al dólar en un pequeño porcentaje, digamos un 5%», pero no cree que el Banco Central de China use esta devaluació­n como herramient­a principal para compensar los aranceles estadounid­enses. Tampoco ve probable que Pekín use su posición como banquero de Washington vendiendo sus bonos del Tesoro estadounid­enses, que financian la astronómic­a deuda pública de la Casa Blanca. Además de apuntar que eso «le haría perder a Pekín sus reservas de divisas duramente ganadas», señala que «sería como el ataque japonés a Pearl Harbor». Es decir, una declaració­n de guerra, y no ya solo comercial.

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