ABC (Córdoba)

LOS PORTEROS SE IMPONEN EN UN BUEN DERBI

∑Courtois y Oblak fueron decisivos. El Atlético estuvo mejor en la primera mitad; el Real Madrid en la segunda

- HUGHES

Salió mejor el Atlético, combinando en campo del Madrid y mostrando el desborde de Lemar. Con eso abortaba la posible tromba local. El Madrid esperó hasta el minuto 7 para recuperar la pelota. Ahí apareció el Madrid nuevo de la paciencia. Un toque muy meditado, un fútbol fiduciario. Con todo, le servía para quitarse el primer domino atlético y buscar a Bale, único elemento activo en su delantera. Ayudaba algo Carvajal, sin avenidas ya, con mucho cuerpeo y la amargura de cargar siempre con Koke. En la otra banda no pasaba nada y las cosas acababan en un duelo Nacho-Juanfran, que podrían dar nombre a una tapa de la capital.

El Atético replegaba su 4-4-2 en «un bloque de granito perfectame­nte engrasado», usando la expresión de Celaá. Es una expresión completame­nte imposible hasta que se ve a un equipo de Simeone. Porque el Atlético, sellado el toque del Madrid, reaparecía en ataque de dos maneras. Con largas posesiones sorprenden­tes que pautaba Rodrigo o con contragolp­es muy peligrosos. Courtois venció en dos mano a mano a Griezmann y Costa. Se vio que es un portero superior y la gran noticia del Madrid en esa primera parte.

El Atleti se hacía vertiginos­o por Lemar, que en el centro desbordaba. El derbi era un futbolín y Lemar era el único en desordenar el reparto de marcas. El Madrid llegó a balón parado con un remate de Bale, el Atleti probaba desde lejos con Saúl. Nada de Modric, y poco de Benzema, muy luchador pero delantero postverdad. El Bernabéu estaba callado. El mutismo de los trances tácticos a los que somete Simeo-

ne más la extrañeza de no comprender del todo a ese Madrid poco vibrante. Un Madrid desconfiad­o, timorato, desconocid­o, aunque probableme­nte inteligent­e en su prudencia.

El Atlético tenía ráfagas de posesión y dominio en campo ajeno. Daba esa cara nueva que le permiten sus fichajes. Se hace híbrido, más rico. En el Madrid el tono era neutro hasta que Asensio, allá por el 40, comenzó a aparecer. Inquietó con un pase y forzó algo parecido a un «Karius» de Oblak.

El partido llegaba al descanso y Lopetegui ya tenía aflojada la corbata. Algo tenía que cambiar, algo que aportara ritmo y fluidez, así que entró Ceballos por Bale. Los intentos de presión del Madrid se frustraban por la flema de Rodrigo («vaso de agua clara»), pero ganó en peligro o al menos en sensación de peligro por centrar a Asensio.

Era un partido sin vistosidad pero tenso, bueno, con nervios de final.

Con Ceballos volvieron los cambios de juego y las diagonales. Aportaba algo de lo que se había perdido sin Isco. Irrigaba una banda muerta hasta ese momento y ensanchaba el campo.

Ceballos cambiaba al Madrid, daba sentido a su juego, relieve y riesgo por fin a la prudencia.

Ceballos juega con el chin-chin de unas maracas, el ritmo contagioso del metrónomo.

El Atlético sufría, se encajonaba y además perdía las pocas posibilida­des de contragolp­e por los malos controles de Costa, superado siempre por Ramos. Era, desde luego, un partido sin los errores madridista­s de la Supercopa. Más serio por parte del Madrid.

Simeone, sin balón, retiró a Lemar por Correa. El Atlético sin la pelota tampoco era un mal Atlético. Podía perfectame­nte vivir de su defensa y el Madrid dominaba pero llegaba poco.

Ceballos, fundamenta­l

En el 65, el Madrid hizo su mejor jugada: Kroos y Ceballos dejaron solo a Asensio y paró Oblak. Se imponían los porteros en dos equipazos inacabable­s. Ceballos revivió tanto el juego por su lado que parecía arar el viejo surco de Zidane. Ese toque animaba a sus compañeros, resucitaba a Kroos; en cada pase les transmitía algo de su claridad y de su ritmo. Es el círculo virtuoso del toque, cuando en su ir y venir el balón acompaña algo, una cualidad, una velocidad.

Para lo que quiere (debe) jugar el Madrid, Ceballos es fundamenta­l.

En el Atleti se abrían pequeñas grietas, así que entró Thomas con una promesa de consistenc­ia. Al que mejor le vino la entrada de Ceballos fue a Asensio. Tuvo acciones de peligro en unos minutos brillantís­imos del Madrid ante un Giménez colosal. Los quiebros reducidos de Ceballos recuerdan a Juanito pero con largo «pataje» de Gordillo. Ya empujaba Carvajal, asomaba un Modric menor y la gente pedía a Mariano pero tuvo a Lucas y a Vinicius, que no estaba para el Leganés pero sí para el derbi. Fue un gran derbi.

Gran defensa atlética

Cuando los de Simeone perdieron el balón se sostuviero­n gracias a su pareja de centrales

Ceballos cambia el juego

La entrada del andaluz mejoró mucho al Madrid, que pasó a dominar la segunda mitad

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Courtois salva un mano a mano a Diego Costa ante la presencia de Varane
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IGNACIO GIL

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