ABC (Córdoba)

Y AMBROSIO COGIÓ SU FUSIL

La alcaldesa de Córdoba se saca de la manga un Plan Marshall entres los escombros de la derrota socialista en las autonómica­s

- RAFAEL ÁNGEL AGUILAR SÁNCHEZ

LA alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, ha comprendid­o que ha llegado la hora de dar la batalla final. Justo cuando su partido se retuerce del dolor sobrevenid­o, nunca esperado de la derrota en las elecciones autonómica­s ella convoca a los medios de comunicaci­ón, a los mismos a los que ha tratado durante tres años y medio con un desdén que linda la mala educación y el desprecio, para anunciar que ha tenido una idea. Albricias. La cosa consiste en darle forma a un plan de impulso de la ciudad, y el punto de partida no viene a ser malo del todo, pues reconoce más o menos explícitam­ente que la ciudad está parada. Bienvenida a la realidad. No es mal balance para quien lleva desde finales de junio de 2015 dándole forma a la misma nada.

El perchazo socialista hace dos semanas en las urnas ha tenido sus consecuenc­ias, o eso habíamos creído. Pensábamos que al menos habían aprendido la lección. Que no se puede tomar a la gente por tonta, dar por hecho que se chupa el dedo y que solo se lo va a sacar de la boca para meter el sobre de tu partido en la cajita de metacrilat­o. Porque quien más y quien menos ha visto a la alcaldesa, a la del Plan Marshall de urgencia para salvar los muebles, haciendo de telonera en los mítines de la expresiden­ta, ay qué dolor, hablando de la sociedad de la personas y todas esas cosas que a ella le gustan. En el auditorio andaban los convencido­s, los que siempre agitan las banderas y ahora con sus jirones no tienen suficiente para taparse las vergüenzas del desastre, y también algún que otro ciudadano crítico que iba a ver qué le contaban, por si la propuesta merecía su voto, su confianza, su esfuerzo. Y no, no la ha merecido, a lo que se ve: porque no puede ser que la lideresa en Andalucía venga aquí no una vez sino dos a hablar, por ejemplo, de lo mucho que está haciendo por la mejora de la calidad de vida de los diabéticos y que no diga ni media palabra de los dos expresiden­tes que tiene en líos judiciales o de lo que se deja querer su jefe nacional porlas malas compañías.

Sucede que Ambrosio se ha puesto firme así de un día para otro. Con el Gobierno de Pedro Sánchez, con la Junta que ya no es Junta. Y ha empezado a pedir. Que si un mal aire o un trastorno de los electores le priva de una pacto de progreso la próxima primavera nadie pueda echarle en cara que su equipo no es aguerrido y peleón. Por por lo pronto, su socio de apaño se ha tirado por el suelo de la risa. El camarada García ha citado a Albert Einstein y le ha faltado aclararle a Ambrosio que si sabe a quién se refiere. Bellido, en la cresta de la ola por la nueva era que se abre en la política andaluza, se toma también a chanza la propuesta: que si no estamos en el Día de los Inocentes y tal, ha dicho. Y en medio el cordobés de a pie, atónito, incrédulo, azotado por la incertidum­bre, por la política vacía. A buenas horas le dice alguien que tiene un plan para salvarle de su sinvivir. Y encima quieren que se lo trague.

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