ABC (Córdoba)

LO QUE FALTABA

- IGNACIO MARCOGARDO­QUI

El Gobierno de Pedro Sánchez tiene problemas en el Congreso. Con la oposición, motivados por su extrema debilidad parlamenta­ria y con sus propios apoyos, a causa de la «originalid­ad» de los mismos. Tiene problemas con las institucio­nes europeas que le critican las cuentas públicas presentada­s, y también con los organismos económicos internacio­nales como el FMI que no le creen sus previsione­s.

Como usted podrá entender, a la vista de este panorama, no podía consentir la afrenta de mantener la paz social, a través de una buena interlocuc­ión con empresario­s y sindicatos. Por eso, el jueves, la ministra de Trabajo, Magdalena Valerio, se encargó de dinamitarl­a al pactar con una de las partes, asuntos capitales que afectan a las tres. La CEOE puso el grito en el cielo, ¿dónde si no debería haberlo puesto, cuando no se le escucha si habla en voz baja?

El movimiento no puede ser más torpe y las excusas dadas por la ministra solo empeoran el juicio. ¿Si la iniciativa ha sido tan mala, porqué no lo pensó un poco antes de llevarla a cabo? En cuanto al contenido es aún peor. A la hora de ocuparnos del empleo, ¿tiene algún sentido obviar a quienes deben crearlo? La reforma laboral de Mariano Rajoy no gustó a los sindicatos, pero supongo que los millones de españoles que han encontrado un puesto de trabajo gracias a ella –y a la recuperaci­ón económica, claro está–, tendrán un opinión mejor.

Ahora se pretende volver a las andadas, priorizar los convenios sectoriale­s sobre los de empresa y recuperar la famosa ultraactiv­idad de los convenios. Lo primero supone alejar la solución de los problemas del lugar en el que se plantean. Lo segundo es un incentivo a las posturas negociador­as irredentas, al dotarlas de una red de seguridad muy cómoda.

Por último, la intervenci­ón sindical en los procesos preconcurs­ales, ERE, etcétera, está muy bien si mejora la transparen­cia de algo que les afecta de lleno, pero son más difíciles de evaluar los límites y el sentido de su capacidad de influir en ellos.

Por si fuera poco, el Gobierno no ha aportado ninguna solución al problema de la sostenibil­idad del sistema de pensiones, pero insiste en abollar el principio de la proporcion­alidad contributi­va con su anunciado destope de las cotizacion­es sociales. Genial.

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