ABC (Córdoba)

Muere Nancy Wilson, garganta privilegia­da del jazz clásico

▶ Ganadora de tres Grammy, falleció a los 81 años en su casa de California

- ISRAEL VIANA

Billie Holiday, Ella Fitzgerald, Aretha Franklin, Nina Simone, Bessie Smith… Siempre que se cita a las grandes divas de la historia del jazz, solo unos pocos valientes se atreven a incluir a Nancy Wilson en la lista. Quizá porque ella misma rechazó esa etiqueta durante sus más de cincuenta años de carrera: «Yo soy una estilista de canciones, más que una vocalista de jazz. Esta definición me da la libertad suficiente como para cantar lo que quiera. El único criterio que he seguido siempre es que las letras y la melodía me agraden», aseguraba.

Hoy, sin embargo, nadie duda en incluir a la tres veces ganadora del Grammy –fallecida este jueves por la noche a los 81 años, tras una larga enfermedad, en su casa de Pioneertow­n (California)– como una de las voces más elegantes de la segunda mitad del siglo XX. Una garganta privilegia­da que, partiendo de la influencia de figuras como Dinah Washington, trascendió la etiqueta del jazz y recorrió los terrenos del rock, el rhythm and blues y hasta el pop con una naturalida­d pasmosa. Lo dijo ella misma a «The San Francisco Chronicle» durante una de sus últimas entrevista­s en 2010: «La música que canto yo hoy era el pop de los 60».

Nacida en Chillicoth­e (Ohio) en 1937, Wilson fue la mayor de seis hermanos. De niña cantó en el coro de la iglesia y en el colegio, hasta que ganó un concurso de talentos en una Televisión local a los 15 años. A partir de ahí comenzó a hacerse fuerte en el circuito de clubes, donde pronto deslumbró por su enorme vitalidad, impropia de alguien que todavía no había cumplido los 18. En una de esas actuacione­s se fijó en ella el saxofonist­a Rusty Bryant, que la incorporó a su Carolyn Club Big Band. Era su primera gira.

La jovencísim­a cantante conoció entonces al gran Cannonball Adderley, con quien grabaría en 1962 un disco conjunto que la lanzaría a lo más alto del jazz con el sencillo «Save Your Love For Me». El legendario saxofonist­a que había tocado con Miles Davis y John Coltrane quedó rendido ante la calidez y la suavidad de su voz y la animó a mudarse con él a Nueva York para que se diera a conocer en su formación. Y no lo dudó. Llegó a la Gran Manzana a finales de los 50 y pronto consiguió un hueco en The Blue Morocco, uno de los clubes más prestigios­os de la ciudad. Eran los comienzos de una carrera que se alargaría hasta 2011. Por aquella época, el jazz rebosaba de energía y se empeñaba en ampliar sus fronteras hacia la experiment­ación más salvaje. El movimiento en pro de los derechos civiles se abría paso y muchos de los grandes músicos afroameric­anos se dejaban llevar por la libertad total. «He vivido más de lo que puedo expresar en términos de bebop», comentaba hastiado el saxofonist­a Albert Ayler. Y mientras la improvisac­ión y el ruido lo dominaba todo, Nancy Wilson optó por no seguir la corriente y explotar los estándares más clásicos. Un campo en el que era certera como pocas.

El éxito de los 60

Fichó por Capitol en 1959 para grabar su primer álbum: «Like in Love!». Nada más salir a la venta obtuvo éxito. Sonó en las radios y le dio popularida­d. En cinco años grabó nueve elepés. El de 1964, «How Glad I Am», le trajo su primer Grammy a la mejor interpreta­ción musical. Y no dejó de crecer durante la década de los 60 a medida que registraba trabajos tan elogiados como el facturado junto al pianista George Shearing. Al final de su carrera sumaba más de setenta, la mayoría con el mítico sello que confió en ella desde el principio. Ocho de ellos llegaron al top 20 de la lista de «Billboard». Y, aunque desde hace años le niegan su sillón al lado de Holiday, Fitzgerald o Simone, en sus dos últimos trabajos discográfi­cos vio recompensa­do su talento con dos nuevos Grammy: en 2005, con «RSVP (Rare Songs, Very Personal)», y en 2006, con «Turned to Blue», su último elepé.

En todo este tiempo llegó a cantar con estrellas como Nat King Cole y Sarah Vaughan, aunque la crítica no le correspond­iera con el mismo reconocimi­ento que a éstas. Sobre todo en los últimos tiempos en los que vivió de la nostalgia, pero sin dejar de dar conciertos para un público reducido y fiel. En septiembre de 2011, al terminar un concierto en la Universida­d de Ohio, su estado natal, se dirigió al auditorio entre risas: «Después de 55 años de trabajo profesiona­l, creo que tengo derecho a preguntarm­e por cuánto tiempo más voy a estar aquí. Estoy intentado retirarme, gente». La ovación que se produjo a continuaci­ón duró varios minutos... y nunca más se la volvió a ver encima de un escenario.

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AFP Nancy Wilson, en un concierto en Nueva York en 2007

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