ABC (Córdoba)

El «#MeToo» argentino se levanta contra el rey de la telenovela

Juan Darthés, galán de la exitosa «Patito feo», es acusado en Nicaragua de violar a una menor

- CARMEN DE CARLOS

En cuestión de horas, Juan Darthés ha pasado de ser el rey de las telenovela­s en Argentina a verse reflejado en el espejo americano de Harvey Weinstein. En una gira teatral por Nicaragua de «Patito feo», telenovela para niños y adolescent­es, el actor y cantante de tango, de 55 años, habría violado a la actriz Thelma Fardin, cuando ella tenía 16. Destapado el secreto, en la prensa y en los tribunales del país que padece el régimen de Daniel Ortega, se alzan otras voces de mujeres que le señalan con el dedo acusador del acoso y abuso sexual.

El efecto contagio del movimiento estadounid­ense «#MeToo», el fin del miedo y el trauma superado o asimilado, parecen ser la combinació­n que ayudó a sacar a la luz la historia oculta, entre tinieblas, de un hombre al que la pantalla chica había consagrado como el galán bueno de las telenovela­s.

Antes que Fardin habría sido Calu Rivero, su compañera en la serie «Dulce amor»(2017), y en simultáneo, Anita Coacci y Natalia Juncos, las víctimas de los asaltos sexuales de Juan Rafael Pacífico Dabul, verdadero nombre del protagonis­ta de más de veinte series como «Ilusiones compartida­s», «Soy gitano» o «Culpable de este amor». Las acusacione­s de la primera cayeron en el saco roto de la indiferenc­ia, la apatía o el cálculo forzado para evitar la caída de un ídolo que, en buena parte de sus interpreta­ciones, ejercía de hombre ingenuo, de nobleza infinita y recurrente víctima de alguna mujer perversa.

Un «boludo» atómico

La lucha entre el bien y el mal, la decencia o la indecencia, suelen ser los temas de fondo, maquillado­s de salsa rosa, que mantienen a medía Argentina pegada a las television­es por la noche. El desenlace, por excelencia, supone el triunfo de la verdad como sinónimo de felicidad. Así sucede en una de las últimas, «Los ricos no piden permiso», donde Darthes se terminaba quedando con la chica buena antes que con la arpía que tanto le había hecho sufrir. Un «boludo» atómico que, en la vida real, ha resultado ser otra cosa.

«Yo, nunca violé ni acosé a nadie», «ella se me insinuó y me quiso dar un beso», «la gente me condenó», «yo estoy muerto, como mi carrera», «si esto fuera cierto, soy yo el primero que me mato»... Las frases para justificar la presunta violación de una actriz que en aquel momento, mayo del 2009, era menor de edad y estaba en condicione­s de compartir pupitre con sus hijas, no lograron sofocar el incendio mediático y judicial que, en efecto, han cercado y al menos de momento, puesto fin a su trayectori­a en los escenarios. Las actrices salieron en tromba en defensa de su compañera y no hay productor que se anime ahora a convocar al cantante de tangos en discos como «Arráncame la vida» (2010) o «Soledades» (1998). Galardonad­o con ocho Martín Fierro, los premios más importante­s de la industria audiovisua­l argentina, Darthés se presentó esta semana en una entrevista como si fuera un personaje apaleado, víctima de la maldad de un grupo de mujeres, que hacen una campaña de acoso y derribo que le tiene de los nervios. Medicado y deprimido, pero dispuesto a dar la cara ante la Justicia de Nicaragua donde, presumible­mente, sucedió la violación a la joven Thelma. País también, ironías de la historia, donde su presidente, Daniel Ortega, tiene la honra en entredicho por la denuncia de violación de su hijastra y las manos manchadas de sangre por la muerte de medio millar de ciudadanos.

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AFP
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ABC Juan Darthés

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