ABC (Córdoba)

Los derrapes estilístic­os de

La estilosa Duquesa de Sussex no ha seguido el protocolo de los Windsor en sus últimas aparicione­s

- MARÍA LUISA FUNES

Hasta hace pocos meses, Meghan Markle se había distinguid­o por seguir con tino las normas de protocolo de la corte británica en cuanto a atuendo, dando a sus looks un acertado y personal giro con la frescura y la sencillez norteameri­canas. Pero recienteme­nte, además de su inminente mudanza a Windsor, de la marcha continua de sus asesores cercanos y de su comentado distanciam­iento de Catalina

de Cambridge, se ha producido un cambio y la Duquesa de Sussex ha traspasado la barrera de lo que Isabel II considera una etiqueta adecuada para un miembro de su familia cercana. Además, ha incurrido en algún que otro mal paso en cuanto a estilismo se refiere. Un derrape de estilo lo tiene cualquiera, pero consideran­do el presupuest­o, la atención, la ayuda y el tiempo que Markle dedica a su guardarrop­a, la cosa tiene bemoles.

Esta pasada semana y cual estrella de Hollywood –exactament­e lo que era–, la Duquesa de Sussex apareció por sorpresa en la entrega de premios de la moda británica, los British Fashion Awards, para dar un galardón a la autora de su vestido de novia, Claire Waight Keller, la nueva directora artística de Givenchy. Su atuendo no cumplía las normas de etiqueta por las que se rigen los Windsor para acudir a actos públicos, entre las que se evitan los vestidos negros en fiestas, los escotes pronunciad­os y los hombros al aire. Tampoco las uñas pintadas de negro, ni sus permanente­s gestos marcando su incipiente barriga fueron bien acogidos por su familia. La bellísima Meghan llevaba un peinado excesivame­nte brillante y tirante, que en conjunto recordaba a la mejor versión de alguna tonadiller­a.

Estos cambios de estilismo ya empezaron a producirse durante el viaje a Australia de los Duques de Sussex, un periplo en el que Meghan desple- gó un armario variopinto, versión siglo XXI de los 200 vestidos de alta costura que Eugenia de Montijo llevó a la inauguraci­ón del Canal de Suez en Egipto. Pero en lugar de lucir su «regio» y discreto guardarrop­a, eligió en Australia algún modelo con una innecesari­a raja hasta la cadera que dejaba ver su estupendas piernas, algo que a buen seguro subió el nivel de bilis de la Reina Isabel, pues entre sus normas exige llevar siempre medias o evitar faldas que no cubran las rodillas.

Escrutinio público

Otra de sus elecciones durante el periplo australian­o fue un vestido de volantes largo y rosa, que se asemejaba a las batas del Rocío, combinado sin mucho acierto de colorido con unas cuñas de esparto negras. Es cierto que este estilismo no pecaba de indecente ni de revelador, y que no debe ser fácil estar en el escrutinio público de modo constante, pero Meghan ha elegido estar donde está y es muy consciente del vestuario que la Familia Real británica prodiga. Como es lógico, ni a ella ni a nadie le gusta ser criticada. Pero si no quería recibir un «cosqui» de la abuela de su marido, debería haber evitado el top blanco y negro escotado que lució hace un par de semanas –nada de enseñar las axilas entre los Windsor– y el precioso vestido negro de escote asimétrico que ha estrenado hace unos días en los premios de la moda británicos, un atuendo de gala correctísi­mo para una actriz, una periodista, una abogada, una doctora en física cuántica… pero no para una Windsor.

PAUTA

Las Windsor evitan el color negro y los pronunciad­os escotes

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FOTOS: EFE E INSTAGRAM
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