POLÍTICA DE «POSE»
Soy partidario de que se celebre el encuentro y el Consejo de Ministros en Barcelona
LA palabra más usada (¿o abusada?) hoy es «diálogo». Y la menos practicada. Diálogo es la conversación entre dos o más personas sobre un tema en busca de esclarecerlo. Pero díganme ustedes qué son las tertulias –opiniones personales, a veces todas al mismo tiempo–, los debates parlamentarios –intercambio de acusaciones, cuando no insultos– o los encuentros bilaterales de alto nivel: exposición de posiciones a menudo incompatibles. La mejor descripción la ha hecho, Pedro Sánchez al pintar su próxima entrevista con Torra: «él me hablará de autodeterminación y yo, de avances sociales». ¿Para que se reúnen entonces si saben que no hay puentes entre ellos? Pues porque ambos, hundidos en sus errores, lo necesitan. Diría que incluso más el presidente español que el catalán.
Con todo, soy partidario de que se celebre el encuentro y el Consejo de Ministros en Barcelona el día 21. Una vez anunciado y denunciado por los independentistas, Sánchez y sus ministros tienen que ir aunque sólo sea para mostrar que gobiernan en Cataluña, Eso sí, dejando claro que no se trata de una «cumbre» ni de un debate de sordos, aunque no estaría mal que, cuando Torra comenzara a hablar de autodeterminación, Sánchez se levantara, le tendiera la mano y se despidiese cortesmente.
No creemos que lo haga, pues su política no es «arte de lo posible», ni siquiera gesto, como le acusan. Es pura «pose», mera actitud: fotos fijas en el Falcon, encuentros con otros dignatarios en cualquier lugar del planeta, palabras ante un micrófono que no dicen nada, lugares comunes sacados de mil fuentes, como su tesis doctoral. Sánchez es lo que en inglés llaman «a fake», apariencia sin sustancia, que puede ser una cosa y la contraria al mismo tiempo, como están comprobando amigos y enemigos. En Barcelona, intenta interpretar ambos papeles, en lo que es experto.
De ahí la necesidad de cuidar cada detalle para que el independentismo no lo aproveche para avanzar su causa, tanto o más deteriorada que la de Sánchez. Nada debe dar la impresión de un «encuentro entre Presidentes», Torra tiene que ser tratado como el «representante del Estado español en Cataluña» y lo que se le ofrezca debe estar dentro del marco de la igualdad y proporcionalidad territorial. Ni más, ni menos. Queda el tema de la seguridad, amenazada por las escuadras violentas del independentismo. Las fuerzas de seguridad deben limitarse a defender los edificios donde se encuentre el gobierno en cada momento, no desplegadas como ocurrió el 1-O, lo que traería las fotos de policías nacionales y guardia civiles aporreando catalanes. Los encargados de hacerlo esta vez, si procede, son los mossos. Todo un riesgo, de no dárseles la orden. Pero es a lo que nos ha llevado un gobierno que pide negociar, un imposible, como pide Sánchez, y otro que pide «desjudicializar el procés», como hizo ayer Elsa Artadi. Éste sin ley, el otro sin cabeza. Hablaremos abundantemente de ello los próximos días, no exactamente de paz navideña.