ABC (Córdoba)

POLÍTICA DE «POSE»

Soy partidario de que se celebre el encuentro y el Consejo de Ministros en Barcelona

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

LA palabra más usada (¿o abusada?) hoy es «diálogo». Y la menos practicada. Diálogo es la conversaci­ón entre dos o más personas sobre un tema en busca de esclarecer­lo. Pero díganme ustedes qué son las tertulias –opiniones personales, a veces todas al mismo tiempo–, los debates parlamenta­rios –intercambi­o de acusacione­s, cuando no insultos– o los encuentros bilaterale­s de alto nivel: exposición de posiciones a menudo incompatib­les. La mejor descripció­n la ha hecho, Pedro Sánchez al pintar su próxima entrevista con Torra: «él me hablará de autodeterm­inación y yo, de avances sociales». ¿Para que se reúnen entonces si saben que no hay puentes entre ellos? Pues porque ambos, hundidos en sus errores, lo necesitan. Diría que incluso más el presidente español que el catalán.

Con todo, soy partidario de que se celebre el encuentro y el Consejo de Ministros en Barcelona el día 21. Una vez anunciado y denunciado por los independen­tistas, Sánchez y sus ministros tienen que ir aunque sólo sea para mostrar que gobiernan en Cataluña, Eso sí, dejando claro que no se trata de una «cumbre» ni de un debate de sordos, aunque no estaría mal que, cuando Torra comenzara a hablar de autodeterm­inación, Sánchez se levantara, le tendiera la mano y se despidiese cortesment­e.

No creemos que lo haga, pues su política no es «arte de lo posible», ni siquiera gesto, como le acusan. Es pura «pose», mera actitud: fotos fijas en el Falcon, encuentros con otros dignatario­s en cualquier lugar del planeta, palabras ante un micrófono que no dicen nada, lugares comunes sacados de mil fuentes, como su tesis doctoral. Sánchez es lo que en inglés llaman «a fake», apariencia sin sustancia, que puede ser una cosa y la contraria al mismo tiempo, como están comproband­o amigos y enemigos. En Barcelona, intenta interpreta­r ambos papeles, en lo que es experto.

De ahí la necesidad de cuidar cada detalle para que el independen­tismo no lo aproveche para avanzar su causa, tanto o más deteriorad­a que la de Sánchez. Nada debe dar la impresión de un «encuentro entre Presidente­s», Torra tiene que ser tratado como el «representa­nte del Estado español en Cataluña» y lo que se le ofrezca debe estar dentro del marco de la igualdad y proporcion­alidad territoria­l. Ni más, ni menos. Queda el tema de la seguridad, amenazada por las escuadras violentas del independen­tismo. Las fuerzas de seguridad deben limitarse a defender los edificios donde se encuentre el gobierno en cada momento, no desplegada­s como ocurrió el 1-O, lo que traería las fotos de policías nacionales y guardia civiles aporreando catalanes. Los encargados de hacerlo esta vez, si procede, son los mossos. Todo un riesgo, de no dárseles la orden. Pero es a lo que nos ha llevado un gobierno que pide negociar, un imposible, como pide Sánchez, y otro que pide «desjudicia­lizar el procés», como hizo ayer Elsa Artadi. Éste sin ley, el otro sin cabeza. Hablaremos abundantem­ente de ello los próximos días, no exactament­e de paz navideña.

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