GUERRA AL COCHE
Al Centro histórico no se lo va a cargar ni los pisos turísticos ni las procesiones, como dicen algunos; para eso está ya Movilidad
Nadie se ha tomado en serio la movilidad en Córdoba. Porque tomar decisiones con el tráfico es impopular. Estacionar y coger el coche es una de las mayores preocupaciones de la calle en los sondeos. Porque hay que tener arrestos políticos y capacidad técnica. Pero, sobre todo, mucho sentido común. El sino de los tiempos sostenibles no puede ser una utopía sin pies en el suelo. Las medidas adoptadas se han ido improvisando sin solución de continuidad ni coherencia, y muy poco diálogo con las partes afectadas. A ello ha ayudado la gobernanza de tres partidos diferentes en los últimos tres mandatos (IU, PP, PSOE) que aplican la tierra quemada. La máxima mítica de Penélope: tejer y destejer. Una peatonalización por aquí, medio aparcamiento por allá, siete cambios de sentido circulatorio por acullá y goteo incesante de restricciones. No eres gobernante de Córdoba si no cambias las rutas de Aucorsa para que siga perdiendo viajeros y, menos, si no prometes un plan de estacionamientos que jamás se construirán. Y como efecto colateral: muerte al Centro histórico. Déjense de bagatelas porque ni los veladores, ni los pisos turísticos, ni las procesiones o las fiestas populares acabarán con esta parte de Córdoba, como braman los supuestos vecinos metidos a políticos. Sólo este estropicio de movilidad tendrá ese privilegio de terminar de echar a los moradores y usuarios, sumidos cada día que pasa en una especie de ratonera.
ABC ha ido desgranando esta semana las medidas del Plan de Calidad del Aire que el actual equipo de Ambrosio y García guarda en el cajón por si repiten gobierno y lo ponen en marcha hasta 2023. Es lógico que se esconda porque el desaguisado alcanza ya cotas sublimes. Es la batalla final al coche y el bolsillo. A los comercios, a los bares o a las empresas de transporte... Y, probablemente, la puntilla a quienes estoicamente resisten en el Centro.
Las zonas reguladas de aparcamiento de las que se hablan son un arma de doble filo. Si una parte de su barrio la acotan para que los vecinos aparquen con tarjeta, el resto del espacio tendrá que articularse para que las tiendas no terminen de echar el cierre, o los equipamientos, dotaciones y oficinas a las que diariamente acuden miles de personas (juzgados, hospitales, supermercados, sedes municipales...) puedan seguir funcionando. Esto es, más zona azul y pagar para dejar el vehículo en la calle (sobre la que ya pagamos impuestos para su mantenimiento). El objetivo de este enésimo plan pasa también por quitar del Centro comercial y antiguo unas cinco mil furgonetas diarias que llevan las mercancías a los puntos de venta, los repartos domiciliarios de comida, paquetería al trabajo y hasta las compras del gigante invisible «on line». La apuesta es el reparto en bici del que, por cierto, nadie se queja por sus paupérrimas condiciones económicas.
Si usted acude con frecuencia a la Viñuela, Santa Rosa, Ciudad Jardín, Arroyo del Moro-Noreña, Fléming, Corregidor, alrededores de Reina Sofía, nueva zona de Quirón o Miraflores y el Campo de la Verdad no va a escaparse de una persecución en toda regla y olvídese del heroico momento de hallar hueco para aparcar. Si usted vive en el Centro histórico y para colmo tiene una cierta edad, su familia debería plantearse seriamente la opción de los drones para no romper lazos y no verse desasistidos. Siempre nos quedarán los patinetes eléctricos, que campan a sus anchas en estos momentos por la acera. Como las bicicletas, pese a la cada vez mayor inversión en pasillos para las dos ruedas.
Las recetas para paliar la guerra al coche van desde más suela de zapato a más Aucorsa, taxi sin Uber, patinetes, bicicletas y Cercanías (¿). Exploremos, pues, también el paracaidismo.