ABC (Córdoba)

PABLO GARCÍA BAENA

- POR JUAN JOSÉ PRIMO JURADO

Dentro de casi un mes, el 14 de enero, se cumplirá el primer aniversari­o del fallecimie­nto del poeta cordobés Pablo García Baena (1921-2018). Flotan aún en el recuerdo las palabras de Antonio Gil en la homilía durante el funeral por el poeta en la céntrica parroquia de San Miguel, donde señalaba el precioso testamento espiritual que nos dejaba Pablo: «Él de haber cumplido, ‘casi a la perfección’, su misión de poeta y el de haber derramado siempre los preciosos aromas de la sencillez, la ternura, la bondad, la fe y el amor. Amor entrañable a su familia; amor lírico a su Córdoba del alma; amor cofrade a sus imágenes preferidas: la del Remedio de Ánimas y la de la Virgen de los Dolores».

El último poeta del Grupo Cántico vuelve estos días a la actualidad informativ­a a través del Pregón de Navidad que lo tuvo como eje central y la presentaci­ón de un libro con sus sonetos completos. Además, en tiempos de crispacion­es y mediocrida­des, merece la pena recordar a un hombre profundame­nte bueno que amaba de verdad a este lugar llamado Córdoba.

La pasada semana, José Campos pronunciab­a el Pregón de Navidad en la Diputación Provincial, con el título: «Ritual de Navidad. Recuerdos de Pablo García Baena». En él recordó cómo empezaba el poeta a montar el Belén con sus sobrinas en la Inmaculada y lo vivía con mucha intensidad hasta el día de la Candelaria que lo desmontaba: «Sus sobrinas Encarni y María Dolores le ayudaban con las cajas mientras él, con 80 y 90 años, se subía a la escalera para montarlo. Nunca tiró absolutame­nte nada, ni las ramas de buganvilla que le traía su sobrino Antonio, su sobrina nieta María Dolores o Antonio Castelló y que guardaba de un año para otro. Él enseñaba su Belén a todos los poetas y artistas cordobeses y malagueños que le iban a ver».

Y esta misma semana se ha presentado en la Delegación de Cultura de la Junta el libro «Al vuelo de una garza breve. Sonetos completos» (Editorial Renacimien­to), edición de Rafael Inglada con prólogo de José Infante. Por vez primera se reúnen en un solo volumen los 42 sonetos de García Baena.

Plasmamos, al hilo del ambiente navideño, el titulado «La Nochebuena de los piconeros»:

«Desde el Pretorio hasta la Piedra Escrita / Santa Marina vibra de panderos. / Vuelven los asnos de los piconeros / y la Noche de Dios, limpia, palpita. / Vienen desde el Rosario y Piedrahíta / lagares entre jaras y romeros, / donde canta el arroyo y los jilgueros / y levanta su olor la margarita. / Medianoche señala el reloj fijo / de los gallos y el Alba soberana / al son de las guitarras ha nacido. / Por el Colodro baja Lagartijo, / capa color tabaco y vueltas grana / como el ropaje de Jesús Caído».

Pablo fue, quizás, la persona que mejor conoció Córdoba, quien mejor la ha entendido y mejor ha defendido bravamente sus valores. Pocos han sabido definir mejor nuestras virtudes: «Córdoba era una ciudad de callejas estrechas como torrentes, tapiales altos. Dentro estaban los cordobeses ceñidos a sus patios, a sus amigos, a su mundo

«Pablo fue, quizás, la persona que mejor conoció Córdoba, quien mejor la ha entendido y mejor ha defendido sus valores»

interior. Rodríguez Luna, el pintor de Montoro, me contaba el ideal de un intelectua­l cordobés desde el exilio de México: volver a su patio regado, a su pijama y mecedora, a la maceta de albahaca y al gazpacho. Secular sabiduría».

Como sutilmente sabía apuntar nuestros defectos: «Se habla ahora mucho de tolerancia entre las tres culturas y si la hubo fue siempre en períodos cortos y vigilándos­e. La convivenci­a puede ser el desdén. Continuame­nte el ojo en el tragaluz que acecha, la mirada tras la persiana, el resquicio que ve el pecado oculto».

Sin duda, García Baena fue admirable en su personalid­ad y en toda su obra literaria. Su figura perdurará y nos acompañará siempre. Decía él mismo que «Córdoba es una ciudad eterna por el caudal inagotable de sus tradicione­s»... Pues bien, su recuerdo también será eterno porque su obra y su figura están ya en el alma de Córdoba. Es verdad que aquello por lo que se ha amado a una persona nunca muere. Vamos a seguir amando a Pablo.

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