La voz del narco haciendo negocios con las FARC
Joaquín Guzmán, «el Chapo», no declarará en el juicio en el que se juega la cadena perpetua por los crímenes vinculados al liderazgo del cártel de Sinaloa. Su defensa sabe que sería un suicidio subir al acusado al estrado de los testigos. La fiscalía le haría trizas y derrumbaría con facilidad la estrategia que construye la defensa: que el Chapo era solamente un segundón dentro del cartel, cuyo líder verdadero es Ismael Zambada, «el Mayo», que sigue fugitivo porque ha tenido comprado a medio México, desde presidentes del Gobierno a altos cargos del Ejército.
Al Chapo se le ve hablar constantemente con uno de sus abogados mientras toma notas con un bolígrafo plateado (es imposible no pensar en su pistola cubierta de diamantes y en su fusil bañado en oro). Pero oír su voz era una rareza. Apenas se escuchó en las fases previas del juicio, cuando se declaró inocente de los 17 cargos a los se que enfrenta. Esta semana, sin embargo, se le escuchó alto y claro en una llamada telefónica pinchada por las autoridades en 2010 y hasta ahora desconocida. En ella, el Chapo discute un envío de seis toneladas de cocaína con un miembro de las FARC de Colombia. «Aquí hay seriedad», dice el Chapo a su interlocutor al que ofrece un sobrino como garantía de pago de la mercancía, mientras regatea el precio de la coca.