ABC (Córdoba)

LA MONARQUÍA PARLAMENTA­RIA

- ENRIQUE FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA. DUQUE DE FERNÁNDEZ-MIRANDA POR ENRIQUE FERNÁNDEZ-MIRANDA Y LOZANA

«La forma más equilibrad­a, profesiona­lizada y ecuánime de representa­r a todos los ciudadanos españoles, habiendo sido muy oportuno el recuerdo que de ello hizo la Princesa de Asturias, de Girona y de Viana, heredera al trono del Reino de España, en su primera intervenci­ón pública dando lectura al artículo 1.3 de la Constituci­ón Española»

PARECE que los apologista­s de la república como forma de Estado no recuerdan, sin ir más allá del siglo XX, lo que sucedió en España cuando la II República no supo defender a la II República. Cuando no supo apartarse del sectarismo y la barbarie radical de entonces, cuando desde los republican­os de extrema izquierda se permitió y se impulsó que fuese declarada con un golpe de Estado, dejando que en poco tiempo se transforma­se en una República que se hizo asesina y que estuvo a punto de declararse soviética, porque ya sabemos que los golpes de Estado de las izquierdas son revolucion­es y los de las derechas solo golpes de Estado.

Tampoco parecen recordar que la Guerra Civil, consecuenc­ia sin duda alguna de un mecanismo de «acción/reacción», llenó de muerte, aún más, a España y desembocó en una dictadura franquista de cuarenta años proclamada por los vencedores. Bien es cierto que si los vencedores hubiesen sido los del otro bando, los españoles también habríamos padecido una dictadura, en ese caso soviética, que habría durado más tiempo, como otras tantas en Europa, hasta la caída del muro de Berlín.

Cuando en España, durante los años de la dictadura, se fue creando una oposición democrátic­a que desde la izquierda era multicolor, y bastante inútil, y desde el constituci­onalismo teórico se concretaba fundamenta­lmente en torno a la persona de Don Juan de Borbón, es decir de La Corona, es cuando comienza a aparecer la Monarquía como impulsora de nuestra homologaci­ón con el resto de las naciones libres del mundo.

He aquí una primera utilidad, un primer «para qué sirve la Monarquía parlamenta­ria» en la España del siglo XX.

Más tarde es Don Juan Carlos I, Rey de España, el gran motor del paso de la dictadura a la democracia para sumar a España a las naciones libres del mundo.

En su discurso en el Congreso de los Estados Unidos el 2 de junio de 1976, en una intervenci­ón sin duda histórica, S. M. defiende que quiere para España democracia y libertad, lo que comenzó a dar credibilid­ad a la transición política que en España se preparaba y que aún no se había consumado, que ni siquiera se había iniciado.

Para eso también sirve la «Monarquía parlamenta­ria», para representa­rnos como nación ante el resto del mundo, para dotarnos de credibilid­ad y prestigio y, entonces, para romper nuestro aislamient­o de cuarenta años de dictadura.

Más tarde, y en bien poco tiempo, comienza Don Juan Carlos, Rey de España, con los ceses de los políticos franquista­s y con los nombramien­tos de los políticos de su confianza, a remover las institucio­nes más importante­s del Estado franquista y consigue que se apruebe la Ley para la Reforma Política que hizo posible la Transición de la dictadura a la democracia, de la ley a la ley, para sorpresa y admiración de propios y ajenos.

Para eso también sirve la «Monarquía parlamenta­ria».

Y en 1977 se producen las primeras elecciones generales democrátic­as, libres y limpias, y se forman las Cortes constituye­ntes, y se aprueba la Constituci­ón española que se ratifica por los españoles en referéndum con mayoría aplastante, y se publica en 1978, ha hecho 40 años.

Para eso también sirve la «Monarquía parlamenta­ria», para tener Constituci­ón en la que como forma de Estado aparece en su artículo 1.3, que sí se votó, que sí se aceptó por el 87% de los votantes como forma de Estado. Por eso la «Monarquía parlamenta­ria» sí está votada, sí está aceptada democrátic­amente en las urnas, aunque desde el efebismo revisionis­ta de última hora se diga que no.

Celebramos en estos días los cuarenta años de aquellos hechos, de aquella realidad que, demandada por el pueblo español de todas y cada una de sus regiones, se convirtió en la feliz realidad de hoy.

Vivimos el periodo más largo de la historia de España de democracia y libertad, plenamente integrados en el mundo libre, en la Unión Europa, en la comunidad de naciones, y para eso también sirve la «Monarquía parlamenta­ria».

Mirando hacia fuera, buscando naciones que sean ejemplo para todos como Reino Unido, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, o, más lejos de nosotros, Japón, nos encontramo­s que todas ellas son «Monarquías parlamenta­rias» que preservan en sus naciones la democracia, la libertad y el progreso desde hace muchos años.

El Reino de España se sumó así a ese grupo de naciones, y Don Juan Carlos y Don Felipe, siendo además encarnació­n viva de la historia de España desde el siglo XV, son el mejor ejemplo de éxito en representa­ción de todos los españoles dentro y fuera de nuestras fronteras, y factor de equilibrio institucio­nal de la nación más antigua de Europa, del Reino de España.

Para esto también sirve la «Monarquía parlamenta­ria».

La intervenci­ón de Don Juan Carlos el 23-F y la de Don Felipe el 3-O, parando sendos intentos de golpe de Estado, vienen a demostrar, además, que fuera de los intereses supremacis­tas de algunos, sus intervenci­ones activaron al Estado y nos defendimos con la Ley de los golpistas que nos atacaban.

Para eso también sirve la «Monarquía parlamenta­ria», para parar golpes de Estado.

Y ya en nuestros días, y con la figura de Felipe VI, la «Monarquía parlamenta­ria» también sirve para tener un régimen de libertad tan radical como para que los revisionis­tas de última hora puedan cometer todo tipo de desconside­raciones institucio­nales, insultar o escribir auténticas ordinariec­es dirigidas a la persona de S. M., a la persona de nuestro Jefe del Estado.

Para todo esto sirve y ha servido la «Monarquía parlamenta­ria» en España en los últimos cuarenta años como la forma más equilibrad­a, profesiona­lizada y ecuánime de representa­r a todos los ciudadanos españoles, habiendo sido muy oportuno el recuerdo que de ello hizo la Princesa de Asturias, de Girona y de Viana, heredera al Trono del Reino de España, en su primera intervenci­ón pública dando lectura al artículo 1.3 de la Constituci­ón Española.

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