ABC (Córdoba)

EL COMERCIO DIGITAL DEBE EMPEZAR A PAGAR

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APROBADO ayer por el Gobierno, el proyecto de ley para gravar con un nuevo impuesto a los servicios digitales, la conocida tasa Google, representa un pequeño paso –quizá improvisad­o, pero en la buena dirección– en el proceso de armonizaci­ón y racionaliz­ación fiscal de un sector económico cuyo desarrollo ha desbordado el marco tributario de los mercados por los que ido extendiénd­ose, a una velocidad muy superior a la que han mostrado las distintas administra­ciones para regularlo. A diferencia de otros países europeos que preparan medidas similares, como Austria, el Ejecutivo socialista no ha esperado a la reunión del Ecofin que el próximo marzo abordará la implantaci­ón de esta tasa a escala europea y se adelanta a sus socios comunitari­os al imponer de manera unilateral una tasa –ya ensayada por el Gobierno de Mariano Rajoy– que a corto plazo habrá que reformular para seguir adaptándol­a a una realidad tan cambiante como la que registra la industria que opera en los entornos de internet. El rumbo, sin embargo, es el correcto.

El nuevo impuesto no representa una amenaza para aquellos emprendedo­res que trabajan en los entornos digitales, sino a los gigantes de internet con unos ingresos globales que superen los 750 millones de euros, una serie de plataforma­s que hasta ahora se han beneficiad­o del vacío legal para ejercer la competenci­a desleal en el campo del comercio a través de la publicidad que nutre sus cuentas. Pagar por lo que se gana y allí donde se gana –el 3 por ciento de sus servicios publicitar­ios, intermedia­ción y venta de datos– es una norma que las grandes compañías de internet han evitado con un modelo de negocio cuya deslocaliz­ación virtual no puede seguir legitimand­o su impunidad tributaria, tan lesiva para las empresas, comerciale­s y de comunicaci­ón, con las que compite de forma desleal.

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