Orden y libertad
Supongo que la nostalgia que sentí ayer escuchando al presidente Rajoy es la nostalgia que muchos sintieron cuando Fraga o Felipe más o menos dijeron adiós y dejaron paso a sus sucesores. Es un sentimiento inevitable y es bueno que lo sea, porque sin gratitud seríamos bestias.
Más allá de esta consideración, y de que tanto Fraga como Felipe como Rajoy son políticos difícilmente superables, el Partido Popular de Pablo Casado, tras algunos meses de la previsible zozobra que producen los reajustes, se está volviendo a encontrar con su centralidad, con su estabilidad, con su vocación mayoritaria. Tal como Aznar logró unir al centro-derecha, Casado, uniendo en el mismo congreso a Rajoy y a Aznar, ha cosido lo que se había deshilachado, y sin oposición interna puede afrontar con confianza el reto de convertir al PP en el partido de referencia del mismo centro-derecha al que Aznar apeló para llegar a La Moncloa y lograr en su segunda legislatura la mayoría absoluta.
La idea más clara de lo que este Congreso va a significar la expresó Feijóo en su bienvenida: para competir con Ciudadanos y Vox el PP no tiene que reinventarse ni radicalizarse, sino simplemente recordar lo que es y representa. Dicho de otro modo: cuando te distraes y dejas libre tu espacio, vienen otros a ocuparlo.
El PP, que ha gestionado mejor que ningún otro partido la economía española, tiene que acostumbrarse a tener su agenda política y social para hacer frente a los atropellos de la izquierda y defender una convivencia basada en el orden y la libertad.