ABC (Córdoba)

MANE, TECEL, FARES

En la política española abundan los baltasares incapaces de entender el signo de los tiempos

- JUAN MANUEL DE PRADA

SIEMPRE me ha sobrecogid­o la incapacida­d de algunos hombres para interpreta­r los signos de los tiempos. Me recuerdan a Baltasar, aquel rey babilonio, hijo de Nabucodono­sor, que un día, mientras banquetea en compañía de sus aduladores, contempla cómo una mano misteriosa escribe en el aire con letras de fuego: Mane, Tecel, Fares. Baltasar, incapaz de entender el significad­o de estas palabras, pregunta primero a los adivinos y astrólogos de su corte, que no le dicen más que paparrucha­s. Hasta que finalmente ordena venir al profeta Daniel, quien tras recriminar a Baltasar sus sacrilegio­s e idolatrías le explica el sentido de esas tres palabras misteriosa­s: «Lo que está escrito significa Contado, Pesado, Dividido. Contado, porque Dios ha contado los días de tu reinado y les ha señalado el final. Pesado, porque te ha pesado en la balanza y te falta peso. Dividido, porque tu reino ha sido dividido y entregado a medos y persas».

En la política española abundan los baltasares incapaces de entender el signo de los tiempos, incapaces de asumir que si desean escapar a la espiral fatídica del derrumbe tienen que abominar de ideas que han sido contadas, pesadas y divididas. Un ejemplo especialme­nte doloroso lo encarna Pablo Casado, que se afana por recuperar la confianza perdida de sus votantes... enarboland­o estandarte­s fiambres o directamen­te dañinos. A la convención con la que pretende comandar el «rearme ideológico» del partido se ha llevado como invitado estelar a Mario Vargas Llosa, quien disertará sobre «La sociedad abierta y sus enemigos», que es exactament­e el título de un viejo libro de Karl Popper. Aquel concepto de «sociedad abierta» postulado por Popper ha sido en nuestros días reelaborad­o por quien sin duda es su discípulo más devoto e influyente, el especulado­r financiero George Soros (quien no en vano ha elegido el marbete de Open Society para englobar todas sus fechorías). Hoy por hoy, la «sociedad abierta» es aquella que postula la «diversidad» étnica, cultural, religiosa y sexual; o sea, el zurriburri multicultu­ral y el supermerca­do de derechos de bragueta que tanto convienen al Dinero, para destruir los vínculos de cohesión de los pueblos, erosionar sus tradicione­s, expoliar las economías nacionales y ponerlas al servicio de la plutocraci­a transnacio­nal. Nadie podrá decir, desde luego, que el discurso de Mario Vargas Llosa sea solapado o ladino: son constantes sus loas desmelenad­as a esa revolución neoliberal que para triunfar necesita –en palabras de Walter Lippman, uno de sus principale­s ideólogos– «una ingeniería que debe extenderse a todo el orden social por entero»; y, en plena congruenci­a con este postulado, siempre se ha mostrado un rapsoda ferviente de lo que la derecha neocón y el catolicism­o pompier denominan, en plan conspirano­ico y panoli, «marxismo cultural»; y que no es otra cosa sino liberalism­o radical y sin complejos.

A esta faceta de paladín entusiasta de la «sociedad abierta» (que, en realidad, es una disociedad que convierte a los pueblos en papilla amorfa e inerme) suma Vargas Llosa un patriotism­o muy rarito que alterna proteicame­nte las soflamas antisepara­tistas con el offshoring panameño y el escamoteo fiscal. Si Pablo Casado fuera capaz de interpreta­r los signos de los tiempos, se daría cuenta de que las ideas de Vargas Llosa –que tal vez engatusen a sus votantes más ingenuos– son las mismas ideas dañinas que postulan Soros y compañeros mártires. Pero Pablo Casado carece de ese don; y por eso, pese a todos sus esfuerzos, pierde votos, mientras una mano misteriosa escribe con letras de fuego: Mane, Tecel, Fares. En lugar de banquetear con Vargas Llosa, haría bien en escuchar al profeta Daniel.

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