DOS VECES EN LA MISMA PIEDRA
El español es el único fútbol del mundo que cae dos veces (o las que haga falta) en la misma piedra. Han pasado tres años desde la eliminación del Real Madrid por la alineación indebida de Cheryshev en Cádiz, y no hemos sido capaces de aprender nada de aquella humillante lección. Ya entonces y ahora, la UEFA utiliza en todas sus competiciones un sistema de información de las sanciones que impide la alineación indebida. Si un club intenta, por error o con intención de hacer trampa, alinear a un futbolista sancionado, saltan todas las alarmas tanto a los clubes contendientes como a los colegiados del partido. No solo es que se informe con antelación, es que es materialmente imposible introducir en el acta de un duelo de Champions el nombre de un futbolista sancionado. Así de sencillo.
La implementación de un simple programa informático, que vaya asignando a cada jugador las correspondientes sanciones en las diferentes competiciones que se disputan, nos hubiera ahorrado otro monumental bochorno. No puede ser que ayer, a las cuatro y media de la tarde, a solo unos minutos del comienzo del sorteo de los cuartos de final de la Copa del Rey, no supiéramos si en los bombos iba a estar la bola del Barcelona o la del Levante. No puede ser que un mismo artículo, el 56 del Código Disciplinario de la Federación, diga una cosa en su apartado primero y señale otra distinta en el tercero. Hace falta clarificar la normativa y establecer un protocolo de actuación que haga más transparente todo lo que rodea a una industria que mueve miles de millones de euros y de la que está pendiente el resto del planeta.
Atribuyamos lo ocurrido estos días a la desastrosa herencia de la Federación de Villar, pues Rubiales apenas ha tenido unos meses para empezar a poner en orden aquella casa. Pero si la próxima temporada vuelve a suceder algo parecido, no podrá el actual presidente eludir su grave responsabilidad. Rubiales debe poner a trabajar al departamento correspondiente. El fútbol español no se puede permitir un tercer tropezón en la misma piedra de la incompetencia.